Espectacular concierto el vivido el pasado jueves 22 en la sala Penélope de la capital en el que se pudo disfrutar de dos de las grandes bandas en directo en el panorama musical metálico como son Fear Factory y Devin Townsend Project, a los que acompañaban los noruegos, Dunderbeist.
Texto: Paris Gonzalez
Photos: Daniela Vorndran

La noche comenzaba con los noruegos Dunderbeist. Había probado con ellos días antes en Spotify y algún vídeo y me habían convencido más bien poco. Con unas pintas (maquillaje, principalmente) muy a lo King Diamond se nos presentaban estos siete nórdicos, que se caracterizaban por contar con dos cantantes en sus filas. A esto se sumaban dos guitarras, el bajo (que parecía la personificación del mismo King Diamond, si no fuera por la estatura y la prominente calvicie) y un batería bastante dinámico.

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El pequeño escenario de la sala, con la presencia de la batería de Devin Townsend, se hacía minúsculo para siete personajes, de los que, además, los dos cantantes no pararían de moverse en el escenario. Los pies de micro estaban “adornados” con unos esqueletos que hacían del grupo algo aún más siniestro. Cabe reseñar el logo de la banda, una mezcla del símbolo judío (la estrella de David) y el logo de Revocation y que estaba desde en el merchandising del grupo hasta cosida en los jerseys de los componentes, que llevaban antes y después de su actuación.

Dunderbeist practican una especie de rock/metal con algunos rasgos experimentales que resulta notablemente complicado de encuadrar. La vitalidad, las ganas y un carismatiquísimo frontman fueron las notas dominantes del breve repertorio que nos ofrecieron, que superaría por poco la media hora. Un setlist en el que sobresalieron temas como el potente Fear and Loathing o Through the Peephole, canción similar a la anterior con la que lograron arrancar algún tímido headbanging de los más melenudos de la sala.

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El sonido de la banda telonera no fue el mejor. Al cantante secundario apenas se le entendía; las guitarras, por momentos, se escuchaban como una masa uniforme y poco perceptible, a lo que tampoco ayudaba la propia sala, que con sus dos vigas en medio de la pista, impiden que el sonido de los grupos sea el mejor.

Tras los noruegos llegó media hora de espera en la que la gente comenzó a hacer acto de aparición. Los técnicos de sonido de Devin Townsend hacían las correspondientes pruebas a la par que por las pantallas de la sala se emitían sketchs de humor absurdo, en los que, al menos en la mayoría, el protagonista era el carismático artista. En el repertorio se hizo un remix de canciones de tres de sus grupos, a saber, Devin Townsend, The Devin Townsend Band y con el que se hacía la gira, The Devin Townsend Project y en todo momento se demostró como un genial frontman, haciendo chistes, bromas, saludando al público (le llegaron a lanzar un sujetador), invitando al resto de la banda a interactuar con los presentes…

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Además, hizo gala de una cantidad y vistosidad, en las guitarras, espectacular, todas ellas decoradas con el símbolo del grupo en colores estrambóticos. El resto de la banda, pese a ser sabedores del papel secundario en el escenario, lo dieron todo y, personalmente, fue toda una sorpresa el grandísimo nivel al que rayó el batería, Ryan Van Poederooyen. Quizá se pudo echar en falta por momentos la voz en directo de una fémina que en tantos temas de Devin se puede disfrutar, pero él mismo lo restituyó con su inmensa cualidad y variedad vocal.El show de Devin comenzó con una increíble Suprecrush! sin la voz de mujer que aparece en el disco y que fue sustituida por la voz del propio Townsend que dio todo un recital de cambio de vocales, yendo, en apenas un par de segundos, de lo más agudo a lo más grave. También es cierto que este tema suena muchísimo más duro y potente en directo, lo que, a título personal, le da un plus más que notable. Como intro al concierto queda espectacular.

Sin descanso se pasó a Kingdom, que comenzó a sacar a la gente del letargo en el que parecían sumidos, pasando a Truth, otro de los temas de Devin Townsend (a secas), que servía de antesala al siguiente tema. Tras Truth se dedicó a saludar y hacer algunas bromas con el público (llegó a llamar a uno gordo). Ahí está uno de los puntos fuertes del canadiense, que es un showman espectacular. No permite que el espectador se duerma ni un solo momento, pese a las canciones lentas y atmosféricas que ofrece.

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Devin demostró de todo lo que es capaz en lo que, para un servidor, fue el tema de la noche Planet of the Apes. En este tema de larga duración (unos 11 minutos) el grupo parte de un rollo muy atmosférico y ambiental para llegar a un éxtasis metalero que mostró lo mejor de lo mejor de Townsend con un increíble solo, en el que más de uno, entre los que me incluyo, se quedó extasiado. Where We Belong del último disco del “Project” de Devin, “Epicloud”, devolvió la paz y la armonía.

Quizá fue War el tema que más desapercibido me resultó. Justo después llegó Vampira, con el que vino otro de los momentos estelares de la noche, uno de esos temas con los que se despierta hasta el último muermo de la sala y en el que Townsend volvió a demostrar el pedazo de vozarrón que tiene.Juular fue el tema que más me defraudó en directo. Es una canción, al menos en el disco, apasionante, cañera, que pone los pelos de punta, pero en directo, pierde prácticamente toda la rabia. Otro de los temas que más destacaron fue Grace, potencia en vena, procedente del último CD de Devin Townsend Project.

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El bolo de Townsend se cerró con Deep Peace, otra canción lenta y ambiental, en la que se volvieron a demostrar, una vez, las capacidades guitarrísticas del canadiense, dejando un grandísimo sabor de boca a todos los presentes.La sala no estaba ni mucho menos llena durante el recital de Devin Townsend, ya que una buena parte del público iba, única y exclusivamente, por la banda estadounidense y se perdieron un pedazo de concierto del canadiense que se reivindica como uno de los mejores frontman y showman del panorama metálico. Por ponerle alguna pega, hubiera estado bien que hubiese tocado uno de los temas más carismáticos de la banda, Addicted! y que hubiera hecho las delicias de más de uno en la sala.

Tras otra media hora en la que lo único que se vio en el escenario fue a los técnicos, sustituyendo los instrumentos de una banda por otra, y una hamburguesa gigante en las pantallas, llegaban el plato fuerte de la noche: Fear Factory. Pero unos Fear Factory descafeinados sin Raymond Herrera en la batería, puesto que ahora ocupa un demasiado técnico Mike Heller que por su técnica tras los platos y el poco tiempo que lleva en la banda, pareció demasiado agarrotado a lo largo de la actuación.

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Matt DeVries, por su parte, sí que dio la sensación de estar más cómodo, todo el rato intercambiándose la posición con Cazares para que todo el público pudiera disfrutara uno de los pesos pesados del grupo. Por último, Burton C. Bell que también se comportó como un genial frontman, se ve algo superado (los años comienzan a pasar factura) en las voces limpias.

Los miembros de la banda entraban en el escenario cuando comenzaba el tema que da título a su último álbum The Industrialist, una verdadera bomba de potencia, ya no solo en el disco, sino también en directo, aunque, todavía, el público se mostraba algo adormilado. Los siguientes demostró el porqué y es que comenzó a sonar todo un recital del “Obsolete” con Shock, Edgecrusher, y Smasher/Devourer. La mayoría de asistentes eran de la vieja guardia, el público estaba cargado de chavales que habían crecido con este disco y disfrutaron como enanos con esas canciones.Se pasó entonces a una de las mejores canciones creadas en los últimos años por estos grandes del industrial, Powershifter, que dio alas a los más jóvenes del lugar. Acres of Skin y Linchpin devolvieron a los tiempos pasados de “Digimortal”.

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Resurrection fue más una canción de mero paso, mientras que Recharger se convirtió en la única canción, junto con The Industrialist, del último álbum, presente en el setlist de los californianos. Con Martyr y Scapegoat se remontaron a su primer disco, volviendo a hacer las delicias de los asistentes más experimentados del lugar, que, curiosamente, estuvieron mucho más activos, que los jóvenes.El momento apoteósico de la noche llegó con las cuatro canciones finales, todas ellas del álbum “Demanufacture”, que les elevó a la fama mundial del mundo metálico. El pequeño repaso al disco de 1995 comenzó con el tema que da título al mismo. La sala comenzó a saltar en masa y los moshpits se repetían en cada riff facturado por Cazares, a la par que Burton pedía el apoyo del público.

Del mismo modo ocurrió con Self Bias Resistor y Zero Signal. Personalmente, disfruté con estos temas más que con el resto del concierto debido a que “Demanufacture” me parece el mejor disco de la banda. Replica, quizá el tema más conocido de la banda, puso el punto final al concierto y de qué manera: la gente estaba totalmente entregada al cuarteto estadounidense.Lo mejor del directo de Fear Factory es que no se limitaron a hacer una simple presentación de los temas de su último disco, que era la escusa de esta gira, sino que abarca prácticamente toda su discografía, con canciones, incluso, del primer disco.

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Y también en ello puede estribar el principal hándicap, ya que algunos (entre los que me incluyo), pueden preferir la vertiente más moderna de la banda.En definitiva, un gran concierto en el que se pudo descubrir a una gran banda amateur, como es Dunderbeist; Devin Townsend se volvió a reivindicar como uno de los mejores frontman en el mundo musical y Fear Factory siguen, concierto tras concierto, dejando con un buen sabor de boca a todo el que les ve.

Texto: Paris Gonzalez
All pictures by Daniela Vorndran (https://www.vorndranphotography.com / https://www.black-cat-net.de/ / https://www.myspace.com/vorndranphotography / https://www.facebook.com/blackcatnet)