Es difícil, muy difícil, ponerse a hablar de un disco sobre el que ya se ha dicho todo, sobre el que se sabe todo: desde cómo se gestó, a cómo se grabó y todo lo demás. Es casi imposible dar una nueva visión sobre un disco que ya es (y para el que escribe, desde hace años), por derecho propio, un clásico incunable de la historia del ROCK mundial. Es uno de esos discos que se tendrían que guardar en una caja fuerte junto a otros títulos como "Exile on Main Street" de los Stones, el "Houses of the Holy" de Led Zeppelin, el "Sabotage" de Black Sabbath, el "Back in Black" de AC/DC, el "Live After Death" de Iron Maiden o el "Pyromania" de Def Leppard entre otros para que las generaciones posteriores al Apocalipsis supieran qué era eso a lo que la gente que se cargó el planeta llamaba rock and roll. Y es que "Appetite for Destruction" (AFD) de Guns N’ Roses, mal que le pese a algunos, es un disco de ese calibre.
Edko Fuzz

Gestado en las calles del Hollywood más sucio y despiadado de mitad de los ochenta, AFD es un disco real como la vida misma. Perpetrado por cinco personalidades únicas, AFD es un disco que resiste el paso del tiempo. La idiosincrasia de este trabajo no es otra que la reacción natural al entorno en el que fue concebido: la escena hair metal en Los Angeles que, si bien musicalmente resultaba satisfactoria en muchísimos casos, filosóficamente abogaba por un mensaje fácil y divertido con el que no todo el mundo comulgaba. Parte de este grupo de gente eran los cinco miembros de Guns N’ Roses. Axl Rose, un chaval de Indiana con problemas de salud mental y mala leche infinita; Slash, un colgado hijo de faranduleros, fan de Aerosmith, las drogas y tocar la guitarra 15 horas al día; Izzy Stradlin, colega de infancia de Axl que solo vivía para chutarse heroína y escuchar a los Stones y Hanoi Rocks; Duff McKagan, un punk que huyó de su Seattle natal para alejarse de los problemas de drogas y que cayó de lleno en un mar de vodka; y Steven Adler, un vividor encantador que sólo tenía un objetivo en la vida: tocar en una banda de rock para poder divertirse y follarse a todo lo que se moviese. Cinco tíos sin nada que perder, sin grandes ambiciones en la vida, rodeados de una falsa felicidad que hizo que a la hora de crear música, vomitaran toda la bilis que llevaban dentro.

En un principio, GN’R intentaron encajar en el movimiento mayoritario, pero pronto se vio que eran otra clase de animal. Sus conciertos eran crudos y salvajes, su estilo de vida les llevaba siempre al límite de todo (la ley, la salud…) y pronto más y más gente se empezó a congregar en sus apariciones en directo hasta convertirlos en la banda sin contrato más deseada por las discográficas. Finalmente Geffen se llevó el gato al agua, y tras semanas y semanas buscando un productor (incluso Paul Stanley intentó producir a la banda pero no duró ni dos días) Mike Clink fue el encargado de trasladar la visceralidad y mala leche de GN’R a los surcos de un vinilo. El proceso de grabación no fue complicado, pero tampoco lo sencillo que debería haber sido con una banda principiante: Axl ya dio muestras de su tarada personalidad boicoteando sesiones, Slash se presentó en el estudio con una guitarra de mierda, pues era la única que le quedaba tras haberse vendido las otras que tenía para comprar heroína… GN’R eran GN’R las 24 horas del día porque, simplemente, no interpretaban ningún personaje. Y como tales, no fue muy difícil para Clink plasmar todas las vivencias y miserias de esos cinco deshechos humanos en un disco que estaría llamado a hacer historia y de paso darle una patada en la cara a la escena hairmetalera angelina.

Abría el disco "Welcome to the Jungle", una salvajada en la que Axl nos cuenta la historia de un chaval de campo que se va a vivir a la gran ciudad y se encuentra con un Infierno en la Tierra. Definitivamente, no era el tipo de letra que escribirían Poison. Los riffs de guitarra son inolvidables y llama mucho la atención, ya desde este primer tema, la perfecta compenetración a las guitarras de Slash e Izzy: el primero luciéndose a destajo en solos, fills y riffs varios mientras que el segundo, un poco más en la sombra, haciendo una cama de sonido que complementa perfectamente. Estamos ante un tema que se convertiría en un auténtico himno para las generaciones venideras amantes del hard rock. Un tema por el que muchas bandas hubieran matado.

Un original riff de bajo de Duff abre "It’s so Easy", el tema siguiente. Un tema que trataba sobre sexo que, diréis, es de lo que trataban el 50% de las canciones del hair metal (el otro 50% era ‘party and a good time’) pero con una pequeña diferencia, aquí no había "Cherry Pie", ni "peaches" ni sandeces del estilo. Aquí se soltaban lindezas del tipo "date la vuelta, zorra, que te puedo usar para algo. Además no tienes nada mejor que hacer y yo estoy aburrido". Poesía pura. De nuevo Izzy y Slash cortan el bacalao como si fueran Keith Richards y Mick Taylor, y el tema desprende aroma punk por los cuatro costados, aunque el puente más lento demuestra que la banda tiene talento escribiendo temas y componiendo melodías. Axl pasa de un registro bajísimo a gritos histéricos en poco más de tres minutos con un talento indudable. Otro acierto.

Los temas se siguen sucediendo en el disco y cada uno de ellos nos cuenta una bonita historia de lo que significa vivir en la jungla de asfalto, o lo que es lo mismo, las antipáticas calles de Los Ángeles sin un puto duro. "Nightrain" es una oda al vino de tetra brick de un dólar, que es lo único que se podía permitir la banda en sus inicios para pillar cogorzas descomunales, aderezada por un riff inconfundible; "Out ta Get Me" es pura mala leche donde encontramos a un Axl convencido de que el mundo en su totalidad le odia sin razón. La huella de Aerosmith palpita como una herida abierta en los riffs de "Mr. Brownstone", una delicada canción de amor al noble arte de chutarse heroína después de los conciertos… Inquietante, por decir algo.

El evocador estribillo de "Paradise City", uno de los varios temas del disco que se acabarían convirtiendo en monstruosos hits, inyecta un tono de cierto optimismo en una intro parida en los clubs más sucios del Strip pero diseñada para atronar en los estadios gigantesos de medio mundo. Sin embargo, toda la épica se viene abajo de golpe con un puñetazo en la cara en forma de riff Aerosmithiano y Axl soltando frases de auténtico homeless como "I’m your charity case so buy me something to eat. I’ll pay you at another time." El tema crece y crece hasta el apoteosis final con Slash luciéndose en un interminable solo mientras Adler lleva a la banda en volandas con su feel nunca igualado por baterías más solventes técnicamente. Una barbaridad.

Algunos temas del disco han sido catalogados como "oscuros" con los años por no haberse convertido en megahits mundiales, e incluso se han ganado un hueco en el corazoncito de los fans más aguerridos por ser canciones que no han sufrido la megaexposición de los singles del álbum. Dos de ellos son "My Michelle", una viperina canción de amor y esperanza, Axl-style por supuesto, dedicada a una amiga drogadicta de la banda o "Think About You", un tema mayormente compuesto por Izzy que asusta por su sencillez, pero con unos arreglos de guitarra acústica que se pueden convertir en una auténtica obsesión para el oyente atento.

Es tremendamente complicado hablar de "Sweet Child O’ Mine" sin caer en el tópico. Estamos hablando de un auténtico clásico de la historia del rock, y que en su momento sería el tema que catapultaría a AFD a lo más alto de las listas de ventas de todo el mundo un año después de que el disco fuera publicado (!). Consabido es que Axl dedicó el tema a Erin Everly, su novia del momento, y se trata de un tema que refleja perfectamente la sensibilidad de una personalidad extrema de un tipo como W. Axl Rose, capaz de vomitar auténtica bilis en sus letras o plasmar una inocencia casi pura, sin caer en la babosidad. Por si fuera poco, la base musical incluye un riff de apertura inolvidable nacido de manera casual, una progresión de acordes que es puro classic rock y un cambio a mitad de la canción que nos vuelve a sembrar dudas mientras Slash se vuelve a desfogar demostrando ser un guitarrista con un talento que muy pocos poseen: el de hacer que una guitarra te llegue a lo más hondo.

El disco llega a su recta final con dos más de los temas considerados "oscuros". El primero de ellos, "You’re Crazy", una revisión de un tema acústico que Mike Clink propuso acelerar. El sonido resultante fue una píldora proto-punk que casaba perfectamente con el estilo que la banda ya presentó en su EP de debut "Live! Like a Suicide" con temas como "Reckless Life" o el "Nice Boys" de Rose Tattoo. "Anything Goes" es probablemente el tema menos conocido de AFD. Nunca fue un favorito en los directos y quedó eclipsado por los otros temas. Sin embargo, el uso del talkbox de Slash, combinado con un groove marca de la casa de Steven Adler y una letra que es sutileza pura lo convierten en el diamante en bruto de esa obra majestuosa que es AFD.

El disco se cierra con "Rocket Queen", un tema enigmático y bello a partes iguales. Desde la inquietante parte inicial, a otro riff digno de Joe Perry, pasando por los ya legendarios gemidos de la groupie de turno (sí, eran reales), todo en este tema encaja como un guante. Slash se atreve con el slide guitar mientras el tema crece con los gemidos de fondo para acabar explotando en una segunda parte totalmente distinta, llena de luminosidad. En ella, Axl manda un mensaje de pura esperanza dedicado, según sus palabras, a una chica que le mantuvo con vida en momentos difíciles y a todo aquél que quiera escuchar.

Han pasado 28 años desde la publicación de AFD en el momento de escribir estas líneas, y lo más inquietante de todo es que muchos de sus mensajes siguen vigentes hoy en día. Y no es de extrañar, pues las historias contadas por Axl Rose son parte de la iconografía de las grandes ciudades del mundo occidental. Un iconografía que se empezó a gestar en la segunda mitad del siglo XX, y que no parece que vaya a variar demasiado en el futuro: historias de perdedores, de drogas, de sexo sucio y crudo, de alcohol y de violencia. Son temas de por sí oscuros que se tornan explosivos en la mente tan volátil de una persona como Axl. Si a todo ello le sumamos una cama musical fuera de serie, donde cada miembro aportaba su sensibilidad distintiva, obtenemos el que probablemente sea el último gran disco de la era dorada del rock.

Edko Fuzz

1. Welcome to the Jungle
2. It’s So Easy
3. Nightrain
4. Out Ta Get Me
5. Mr. Brownstone
6. Paradise City
7. My Michelle
8. Think About You
9. Sweet Child o’ Mine
10. You’re Crazy
11. Anything Goes
12. Rocket Queen