qb Que en la vida todo es circular y cíclico es un hecho. The Quireboys no son una excepción, así que con la edición de su nuevo trabajo "Black Eyed Sons" acudieron puntuales a su cita con el público de Barcelona. Desde su reunión con la edición de "This is Rock N’ Roll" han sido unos habituales de nuestros escenarios, y a estas alturas, quien va a un show de The Quireboys ya sabe de sobras lo que va a obtener: rock and roll en esencia pura, actitud, aptitud, alcohol y el innegable buen rollo que la banda de Newcastle sabe inyectar al respetable cada vez que actúan.
Texto y Fotos: Edko Fuzz

Esta visita no fue una excepción, así que cuando el bueno de Spike, Guy Griffin y compañía asaltan el escenario y empiezan a sonar los primeros acordes de la Les Paul enchufada al Marshall, te sienes como en casa. Ya sabes que van a tocar siete u ocho temas (si no más) de su primer disco de "A Bit of What You Fancy", que van a tocar como mucho un par del segundo disco, y que luego veremos qué más cae. Y qué más da. La sala no estaba llena pero poco le faltaba y las caras que se veían eran las de casi siempre. Quien ha disfrutado un concierto de The Quireboys es muy difícil que no repita, el único problema aquí es que no se hayan enterado decenas de miles de personas más.

Esta vez sin embargo, la banda parecía un poco más fuera de lugar que de costumbre. Quizás por el hecho de ser la primera fecha de su gira por la península, y por tenerse aún que situar, pero la verdad es que Spike andaba un poco perdido sobre las tablas de La 2, y quizá esta vez, solo esta vez, no era una bebida de cola lo que bebía a pesar de que es lo que nos dijo. A pesar de ello, su simpatía sobre el escenario, sus movimientos, su actitud y su sonrisa hacen de él uno de los frontmen más entrañables de la historia del Rock con mayúscula. Y luego están los temas, claro. Es imposible que la gente no estalle de alegría cuando suenan himnos como "7 o’Clock", "Hey You" o "There She Goes Again". Son canciones que iluminan la sala instantáneamente y te alegran el día en un segundo a pesar de que hayas tenido un mal día en el curro.

Griffin sigue siendo un líder en la sombra slideando como nunca, a Paul Guerin se le ve un poco más aburrido que de costumbre, pero sus habilidades a la guitarra siguen siendo intachables, y el amigo Keith Weir sigue dominando el cotarro desde la parte de atrás tras su piano, esta vez tocando de pie como muy bien se encargó de recordarnos el bueno de Spike ("Look, he’s got legs!"), todos ellos acompañados del bajista y batería de turno (el por qué esta banda no tiene una formación estable es algo que se me escapa). Así, nos regalan un repertorio, por supuesto, basado en el primer disco, mientras desgranan algunas de las perlas de su último trabajo como "Troublemaker", "What Do You Want From Me?" o "Stubborn Kinda Heart". También hubo momentos para temas de otros discos como las inevitables "This is Rock N’ Roll", "Tramps and Thieves" o "Mona Lisa Smiled" e incluso alguna sorpresa como "Whippin’ Boy", "I Love This Dirty Town" o "Beautiful Curse".

A partir de ahí, pocas sorpresas. Nos volvimos a emocionar con "I Don’t Love You Anymore", donde la banda demuestra su buen hacer; volvimos a vibrar con "Misled"; volvimos a sonreír cuando sonaron los primeros arpegios de "Roses and Rings" y volvimos a aullar esos "Yeehaw!" que tanto le gustan a Spike cuando nos regalan uno de sus mejores temas, "Sweet Mary Ann". Y la culminación de todo ello llegó, por supuesto, con la obligatoria "Sex Party" para poner punto final a una nueva noche de sudor, guitarras y alcohol con The Quireboys.

Quizá no fue el mejor de los conciertos que nos han ofrecido en la ciudad. Quizá no fue la vez que más gente trajeron. Pero nadie va a poder negar que hicieron lo que saben hacer, y que el público recibió justo por lo que había pagado: un buen rato con el mejor rock and roll. Y como siempre, Spike nos lo volvía agradecer con su lema "Thanks for keeping rock and roll alive with The Quireboys!". Amén.