Por todos es sabido que, tal como están las cosas ahora mismo, aspirar a llenar La Riviera está al alcance de muy pocos. Y hablo tanto de bandas nacionales como internacionales, o si no echemos un vistazo atrás y veamos dónde han tocado grandes nombres de la escena, y el aforo que han conseguido, durante este año que ya acaba. Bien, pues con el fin de gira de su vigésimo aniversario, Sôber no sólo conseguía llenar la mencionada sala un día, si no que lo iba a hacer dos seguidos. En principio la fecha elegida había sido el sábado 19 de Diciembre, pero ante la demanda de entradas tuvieron que añadir un segundo día, el viernes, que es del que pudimos disfrutar nosotros. Bien es cierto que el viernes faltaba un poco para el lleno absoluto, pero a efectos prácticos podemos hablar de un nuevo hito en la carrera de Sôber.

Texto: Alberto López
Fotos: Mario López

Con esto en mente nos dirigimos a temprana hora a la ribera del Manzanares para recoger las acreditaciones y entrar cuanto antes, ya que la hora marcada para el comienzo del show eran las 8 de la tarde. Tomamos posiciones, y nos dispusimos a disfrutar de las 3 horas de concierto que nos quedaban por delante. Aunque el comienzo al final se retrasó media hora poco importó. A las 20:30 en punto, y tras sonar el “Back In Black” de AC/DC a buen volumen, se apagaban las luces de la sala y se encendían leds rojos que delimitaban los contornos del escenario y la tarima de la batería. Con esta estampa fueron saliendo a escena, para inmediatamente después empezar el repaso con “Condenado” de aquel ya lejano “Morfología”. No les hizo falta demasiado para tener al público absolutamente entregado desde los primeros armónicos que identifican al tema.

   

Si algo sabíamos todos los allí presentes es que iba a ser un concierto de darlo todo, porque si algo tiene Sôber, y sus bandas hermanas, es una cantidad de grandes temas abrumadora, con lo que es realmente difícil un bajón en sus concierto, y más tratándose de un aniversario como este, en el que iban a hacer un repaso exhaustivo a su carrera. Así pues, siguió el repaso a su primer disco (bajo el nombre de Sôber) con “Loco”. Loca, así se volvió la audiencia en cuanto sonó ese riff cortado y contundente que puso a todo el mundo a botar. Con el estribillo, una sola voz de más de mil personas hacía que a Carlos Escobedo casi no se le escuchase. Impresionante, como impresionante fue el final que le adosaron al tema, al más puro estilo Slayer, con un Manu Reyes inconmensurable tras los timbales, machacándonos a base de doble bombo.

Estábamos ante una de “esas noches”. En las que tras dos temas sabes que estás ante un concierto de altura y que así va a seguir, que solo queda disfrutar. El sonido, como siempre pasa con Sôber, rozando la perfección, la banda y el público entregados en perfecta comunión… No había nada que pudiese fallar. Continuaron con su repaso cronológico a su discografía con “Vacío” y “Versus”, del “Synthesis”, en el que fue quizá el momento más flojo del concierto, si así puede decirse. Dos cortes de un aire mucho más oscuro e intimista que relajaron, que no enfriaron, el ambiente un poco. Pero quizá fue lo mejor, ya que todavía quedaba mucha tela que cortar y aún estábamos en el cuarto tema.

   

Para su repaso a “Paradÿsso”, del que no tocaron la que da nombre al disco, cosa, para mí, imperdonable, llegaron las colaboraciones. Para “Diez años” invitaron al escenario a Kutxi Romero, cantante de Marea. La verdad es que fue una asociación que no me terminó de convencer ya que las voces de Carlos y Kutxi no terminaron de empastar en todo el tema, siendo este último el encargado de hacerle la segunda voz a Carlos en los tonos más graves cuando cantaban ambos a la vez. Mejor quedó cuando cantaba únicamente Kutxi, pero en realidad dio un poco igual, ya que cuando cantaron juntos fue en el estribillo y no hace falta que os diga lo que ocurría en la sala cada vez que llegaba el momento del “Decir si a ser libre…”, ¿verdad?.

Romero se fue entre aplausos para dejar su sitio a otro grande del rock patrio: Enrique Villarreal “El Drogas”. El otrora cantante y bajista de Barricada subió a las tablas con un atuendo cuando menos llamativo para interpretar “Arrepentido” junto a la banda. En este caso, la particular voz de “El Drogas” funcionó a la perfección y le dio un toque de lo más interesante a otro de los grandes clásicos que se corearon de principio a fin. Enrique fue despedido por toda la sala al grito de “¡Droooooogas! ¡Drooooooogas!” mientras abrazaba uno a uno a los componentes de Sôber. Llegó entonces el tiempo de “Reddo”, que con “La nube” y “El hombre de hielo”, las cuales sonaron tremendas, cerró esta primera parte del show.

   

Era el momento de Skizoo. Tras unos minutos con el escenario en penumbra, salían a escena Jorge Escobedo y Antonio Bernardini, los componente de Sôber que dieron forma en su día a la banda, para poco después aparecer Morti, la voz de aquel proyecto, quién se llevó una sonora ovación. Sin más dilación dieron comienzo a “Renuncia al sol”. Sonó atronadora, con un Manu Reyes brutal una vez más, y es que, aunque no formó parte de Skizoo, le imprimió una fuerza al tema que no se la vi en su día con Dani Pérez.

Fue el momento de darle algo de descanso al bueno de Manu que, salvo los dos cortes que llegaron a continuación, estuvo machacando los parches durante las casi 3 horas que duró el evento. Fue Andy C. el encargado de las baquetas en “Habrá que olvidar” e “Incerteza”. ¡Menudo duelo tras los tambores!. Por su parte Morti se había hecho con el escenario con el carisma que le caracteriza y atraía a las primeras filas con su presencia y a toda la sala con su cálida voz.

   

Voz a la que sacó todo su partido en “Algún día”, canción que prácticamente nadie se esperaba pero que puso a todo el mundo con los pelos como escarpias. Poco más tiempo le quedaba a Skizoo. Nada más que terminar por todo lo alto con “Dame aire”, uno de sus temas bandera, y que fue cantado por la totalidad de la sala. Supo a poco, la verdad, pero claro, ya fue un regalo verles sobre las tablas cuando como banda ya no existen. Aún así, me hubiese encantado poder disfrutar de “No me dejes solo” o “Arriésgate”, por poner un par de ejemplos.

Tras otro pequeño parón le tocaba el turno a Savia. Carlos cambió la guitarra por el bajo y se puso el sombrero, tal como salía en la portada del primer disco de la banda. Con todo el mundo en el escenario, incluido el incansable Manu, atacaron con “Insensible”, con ese pedazo de comienzo donde destacan el bajo y la batería de manera absoluta. Sonó tremenda, y el público, aunque ya cansado y consciente de lo que quedaba por delante, lo dio todo. Sin duda Carlos Escobedo tiene una facilidad para transmitir que no todos tienen, y con el set de Savia lo hizo especialmente. Fueron cinco temas, ¡pero vaya cinco!. Cinco cortes que forman parte de mi banda sonora casi diaria.

   

“Agua para tu sed” fue la siguiente, que contó con la colaboración de Fernando Lamoneda, el que fuera guitarrista de la banda entre los años 2005 y 2009. Ampliamente celebrada y coreada nos mostró la faceta más íntima de Savia. El siguiente invitado fue Manu Carrasco, el guitarrista de la última formación, quien puso su granito de arena para que “Inmortal” sonase abrumadora. Un corte que siempre pensé que podría haber pertenecido a Sôber perfectamente, y que el contexto de aquella noche me lo reafirmo por completo. Gran interpretación una vez más por parte de todos.

De cambios de batería iba la noche, así que el siguiente por pasar por el escenario fue José Antonio Pereira, quien tuvo la dificilísima tarea de ser el inmediato sucesor de Alberto Madrid e hizo un grandísimo trabajo en “Fragile”, último disco de Savia. Precisamente el tema que le da nombre fue en el que colaboró, dejándonos a todos un gran sabor de boca.Para terminar, la movida y divertida “Óxido” fue la elegida, moviendo bastante al personal.

   

Se retiraron, para aparecer ya la formación de Sôber una vez más y encarar la recta final del evento, que iba a ser de auténtico órdago. Sin mucha dilación dieron paso a “Náufrago”, balada insignia de los Escobedo y compañía, a la que se unió Morti y que, sin ser del todo de mi agrado, sonó realmente perfecta, con sus mecheros (ahora ya casi más móviles) en alto y toda la parafernalia que acompaña a este tipo de temas. “Sombras”, ese tema que nos regalaron en su recopilatorio de reunión y que se ha convertido en todo un clásico, fue la siguiente en caer. Ese estribillo, ese “Bienvenido al infierno, del que no querrás huir…” se ha convertido, inesperadamente, en todo un himno que la sala cantó a viva voz.

El repaso a “Superbia” dio comienzo con “La araña”, simplemente espectacular, pero se vio interrumpido por uno de los momentos más gratificantes de la noche, que fue cuando encararon “La prisión del placer” con un vídeo de Alberto Madrid en la pantalla tras el escenario tocando ese tema. Siempre eché de menos más recuerdos, más menciones a alguien tan importante en la carrera de Sôber como él, y aquello fue realmente emotivo. Además, pudimos comprobar dos cosas: una, el gran hacer de Alberto en aquel tema a través del video. Y dos, que Manu Reyes lo clavó de principio a fin. Volvieron después a “Superbia” con “Tic Tac” y la colaboración de Jorge Salán, quien aporto su magia a las seis cuerdas, dándole un toque de clase y distinción al tema que fue realmente admirado por todos los allí presentes.

   

Como el orden estaba siendo cronológico, salvo el paréntesis de “La prisión del placer”, sabíamos que no debía quedar mucho. Aún así, y tras dos horas y media de concierto, había fuerzas y ganas para mucho más. Su último gran single, ese perfecto “Blancanieve”, fue lo siguiente en sonar. Si todo lo anterior había sonada rozando la perfección, cuando llegó el momento de los temas de su último lanzamiento, “Letargo”, aquello fue escandaloso. ¿Todavía hay quién niegue que Sôber es la banda que mejor suena de este país?

Y si “Blancanieve” sonó perfecta se me acaban los adjetivos para describir lo que fue “Encadenado”. No hay palabras, simplemente brutal. Espectacular. Hicieron el amago de retirarse, pero todos sabíamos que quedaba una más, una sorpresa más, un momento cargado de sentimientos más. “Y serás canción…”, tema dedicado a “Big” Simon, sonó con todos sobre el escenario, incluido Carlos de Mägo de Oz, y un vídeo en el que aparecían imágenes del malogrado productor, y también, una vez más, de Alberto Madrid.

   

Un final perfecto para una noche perfecta.

Texto: Alberto López
Fotos: Mario López