Un disco donde en el título aparece la palabra “Raven” y que cuente como ingeniero de sonido con Alan Parson, de entrada ya es motivante, pero si además el creador es un tal Steven Wilson, es toda una garantía de encontrarnos con un trabajo al menos interesante. Por el contrario, esta situación tiene el peligro de que antes de escucharlo se creen grandes expectativas, con el consiguiente hecho de que quien lo haga por primera vez, parta con un alto nivel de exigencia.
Toni Marchante
Nota:8,5/10  

Algo así, me ocurrió con el disco que Steven Wilson y Mikael Akerfeldt sacaron bajo el nombre de Storm of Corrosion el pasado año. Cuajaron un buen disco, pero pensé que la combinación de estos dos reputados músicos nos iban a ofrecer un trabajo superior al que fue al final.

Con esa experiencia, acometo la escucha de este nuevo disco que viene a refrendar que nos encontramos con una de las mentes musicales más privilegiadas de los últimos tiempos. La sensación es que al igual que le sucedió a Frankenstein, parecen haber implantado en el cerebro de Steven materia gris de Robert Fripp, Roger Waters, Andrew Latimer, Peter Gabriel, David Gilmour, Steve Hackett, etc…y a partir de ahí ese cerebro ha generado este disco, donde se palpa descaradamente su pasión por los sonidos del rock sinfónico de los setenta. Y no hablamos de una imitación o repetición, sino de una creación anclada en ese estilo y en esa época, que el autor ha sabido retener en su mente desde su infancia y que con sus grandes virtudes ha registrado de una forma pura y fresca, conservando todas sus propiedades.

Por tanto el rock progresivo es quien domina el panorama y lo hace variando algunos aspectos de su anterior “Grace for Drowing”, redundando más en lo progresivo. El espectro sonoro es el típico de Steven en todos sus proyectos: paisajes melancólicos donde la oscuridad suele estar casi siempre presente, pero que huyen del dramatismo, percibiendo una oscuridad placentera, sobrenatural, concebida para el disfrute. Como buen álbum de este género, se va disfrutando y aprendiendo conforme lo vamos escuchando una y otra vez y cada vez sabe mejor.

El trabajo se grabó en septiembre en Los Angeles después de que Wilson estuviera trabajando en él desde enero hasta julio del pasado año. Para ello contó con su banda habitual en las últimas giras: Marco Minnemann a la batería, Guthrie Govan a la guitarra, Nick Beggs al bajo, Adam Holzman a los teclados, y Theo Travis, saxo y flauta. Y sabiendo que contaba con ellos, con su visión de productor, músico y compositor ha sabido perfilar las composiciones para sacar de cada uno de ellos lo máximo. Es muy interesante el tratamiento que hace precisamente de los instrumentos de viento, algo que han perdido muchas bandas en nuestros tiempos y que le da ese toque añejo y setentero en muchas ocasiones.

El disco lo ha dirigido, compuesto y producido Steven, pero tenía la espinita clavada de poder trabajar con uno de sus ídolos, el ingeniero Alan Parson. Y desde luego que es evidente su mano. El reputado ingeniero que trabajó con The Beatles y fue pieza clave en el “The dark side of the moon” de Pink Floyd, posteriormente inició su interesantísima carrera musical, siempre rodeado de grandes referentes (imposible hacer alusión a la carrera en solitario de Alan sin mencionar a Eric Woolfson o Andrew Powell) aunque a partir de los noventa entró en declive creativo. Parson vuelve a reencontrarse con el sinfónico de los 70 realizando un trabajo impecable, cercano a su álbum debut “Tales of mistery and Imagination” si quisiéramos relacionar este disco a alguna de sus obras.

Y es curioso, porque la temática del álbum es similar a la del debut de Parson, por lo que incluso intuimos cierto guiño. En el disco podemos ver como Steven ha dado un paso más en lo que se refiere a contar historias. Cada canción contiene un cuento sobrenatural individual, pero que en conjunto forman un todo. Tal y como hizo en algunas de sus obras el mismo Edgar Alan Poe o en la literatura española Gustavo Adolfo Bécquer.

El lanzamiento se edita en doble vinilo, CD y Blu-ray. También se publica en Edición Deluxe, presentada en formato libro de tapa dura, con 128 páginas, donde se incluyen las letras y artes referidas al concepto, que versan sobre historias sobrenaturales y de fantasmas, ilustradas por Hajo Mueller.

El disco comienza con “Luminol” un track ya adelantado por el británico y que además incluyó en su DVD en directo lanzado el pasado año. Su duración de doce minutos recoge multitud de variantes y situaciones, pero que como todo el trabajo, está muy orientado al progresivo de los setenta. El dinamismo y la gran cantidad de matices perfectamente ejecutados, con numerosas referencias al jazz, nos introduce de lleno en un mundo de interminables paisajes fundamentalmente de índole instrumental.

La continuación viene de la mano de “Drive Home”, una canción que parece arrancada del repertorio de otros de sus proyectos Blackfield, donde podemos escuchar su lado más pop y melodioso que concluye en unas guitarras con sabor a Pink Floyd.

“The Holy Drinker” parece que emerge de los 70 con claras alusiones al jazz en los principios y que es toda una joya para los amantes del género, donde podemos sentir las proyecciones fantasmales de Genesis, EL&P o Camel por ejemplo. Impresionante la forma de transmitir en una partitura las sensaciones de misterio y oscuridad. “The Pin Drop” es la canción más corta del disco con más de cinco minutos. En ella lo melódico con lo vocal confluyen principalmente, con muchos detalles de solos que completan y rellenan los espacios, a destacar el solo al saxo de Theo Travis.

”The Watchmaker” comienzan con un descarado olor a Genesis en una de las partes temas más preciosas y delicados del disco. El sutil y acertado juego de las voces, la flauta “a-camel-ada” y ese cuerpo acústico que domina la estructura del corte hasta el primer tercio dan paso a los rasgueos de acústica del minuto 4:06 sugeridos por Alan Parson seguramente, transformándose la canción en un desarrollo instrumental claramente pinkfloydiano. Tras esto la sombra de Génesis vuelve a planear con una base de gran piano decorada por vocalizaciones hasta que se vuelve a endurecer capitaneado por la batería de Marco Minnemann, quien se encarga de ser la estrella en la parte final.

Para cerrar, la canción homónima al disco que además se ha lanzado como primer single acompañada del magnífico video animado de Jesse Cope (que dado el buen resultado en el trabajo que hizo para Storm of Corrosion con el tema “Drag Ropes”, ha vuelto a repetir con Steven, al tratarse de un corte de perfil similar). Lúgubre, melancólico, cargado de romanticismo y lleno de ese encanto hipnotizador que Wilson le sabe dar a las cosas.

Aquellos que disfrutaron en los setenta de gente como Pink Floyd, Genesis, EL&P, Camel, King Crimson, Gentle Giant, etc…y que dejaron una profunda huella que nadie ha conseguido repetir, tiene la oportunidad de disfrutar de esto. Steven se vuelve a consagrar fusionando ese estilo con la literatura fantástica y con su música melancólica y sobrenatural.

Este nuevo álbum se presentará en directo el próximo mes de marzo por Europa, con la desgracia habitual de que no pasará por España. Continuará por América en abril y mayo, aunque para esa segunda parte de la gira Chad Wackerman (ex-Frank Zappa) sustituirá a Marco Minnemann a la batería.

Página web: http://stevenwilsonhq.com

Temas:

1. Luminol (12.10)
2. Drive Home (7.37)
3. The Holy Drinker (10.13)
4. The Pin Drop (5.03)
5. The Watchmaker (11.43)
6. The Raven that Refused to Sing (7.57)

Videos:

[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=n8sLcvWG1M4[/youtube]

[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=E3MpGBwGdVk[/youtube]