Sólo puedo decir una cosa del concierto de presentación del AMFest: brutal. La sala entera rendida ante los pies y el theremin de los estadounidenses The Octopus Project, un grupo injustamente desconocido y que rompió todos mis esquemas en 60 minutos. Sin olvidarnos de la banda local Bilgraski, encargados de abrir la noche y dejarnos ya medio perturbados, preparándonos sábiamente para la locura que estaba por venir.

Texto: Toni Feliu

BILGRASKI (BCN)

Todo empezó razonablemente bien el sábado pasado con este dúo barcelonés. El guitarra concretando y pajareando a partes iguales, con un set de pedales más que correcto y unas expresiones faciales conmovedoras, y el batería que pasaba del jazz a la tralla sin despeinarse. Una apuesta arriesgada que cuajó y generó las primeras ovaciones de la noche. Lanzaron ocasionalmente samplers desde el mismo ampli de guitarra (esto es punk, señores!), llegando al momento cumbre con uno de ellos donde una voz con vocoder no paraba de repetir "Hola, soy la voz de tu consciencia, lo estás haciendo muy mal, mal, mal, mal". Me imaginé a un robot cualquiera haciéndome esa reflexión, y me tuve que rendir a la evidencia de esas palabras.

Fué una lástima que el sonido casi inexistente de la PA, sobretodo al principio de su actuación, desluciese los magníficos detalles del batería, y tuviéramos que gozar del sonido de la guitarra que salía pelado de su amplificador. Un hecho que aún no me explico, pero que quedó solventado totalmente al empezar el siguiente grupo.

THE OCTOPUS PROJECT (US)

La entrada del grupo al escenario no pudo ser más chocante. Parecía un chiste de esos: "Que hacen juntos un popero con pandereta, dos chicas del anuncio de detergente ‘vengo del futuro’ y un camarero de la tagliatella?" Pero ahí se acabó la broma. Porque lo de The Octopus Project fué muy bestia. Aún no me atrevo a afirmar con seguridad qué estilo hacían. Internete habla de indietronica, pero lo de ellos fue mucho más allá de un género en concreto. Un show integral, frenético, donde todo estaba cuidado hasta el más mínimo detalle. Desde las proyecciones hasta los momentos de bailes al estilo orquestra de los 50.

Estuvieron todo el rato como pez en el agua, intercambiándose los instrumentos al final de cada tema, y derrochando una alegría contagiosa que acabó convirtiendo la BeGood en una pista de baile improvisada. Tienen el culo pelado de tocar, y se les nota.Más allá de la clásica instrumentación rockera (dos guitarras, bajo y batería), los de Austin llevaban un repertorio de sintes, casios, panderetas, cajas de ritmos e incluso el mítico theremin de moog. Todo interpretado con la intensidad y maestría que requería cada momento.

La mayoría de sus canciones son instrumentales, pero al lanzarse con las voces tampoco decepcionaron. Memorable fue el final del concierto, en el último bis, donde la cantante agarró esa máquina prodigiosa llamada theremin y la acercó al público para que todos pudiéramos rodear con nuestras manos su poderosa antena, generando un pitido caótico y estremecedor, y haciéndonos así copartícipes de su genial locura sonora.

No podia presentarse de mejor forma el AMFest. Es de esos conciertos orgásmicos que quedan grabados firmemente en la memoria, donde las palabras se quedarán siempre cortas. Los organizadores merecen nuestras felicitaciones por brindarnos tal experiencia ultra sensorial. No quiero ni imaginar lo que nos espera durante el festival.

Texto: Toni Feliu