La primera de las tres jornadas principales del Primavera Sound barcelonés empaquetaba muchas de las bandas que los rockeros y metaleros venían a ver en esta edición. Si bien tanto Gojira como The Damned y Converge dieron conciertos fantásticos que hicieron disfrutar a todos los que fueron a verlos, sus actuaciones quedaron eclipsadas por la brutalidad que fué ver a Slayer en uno de los escenarios grandes, con un sonido atronador y un setlist lleno de golosinas.

Texto: Albert Vila / Fotos: Primavera Sound

El Primavera Sound no es, ni de lejos, un festival como cualquier otro. El nivel organizativo y la cantidad de opciones musicales que brinda la cita barcelonesa no tiene parangón en la península y hay pocos eventos que le hagan sombra a nivel mundial, ofreciendo una barra libre de disfrute (y solapes) sin igual a quiénes les gusten varios estilos más allá del metal. Las críticas habituales de aquellos que miran el festival con cierta inquina desde la esquina metalera se centran en la reputación moderna / hipster / posturera de sus asistentes y de su programación, y en la presencia de un montón de turistas (más del 50%, es cierto) que vienen de fiesta y sudan de los grupos. En mi opinión y experiencia, esto último solo es una molestia en los escenarios más grandes, donde normalmente tocan una mayoría de bandas que no son de mi interés, y en los escenarios pequeños la gente no solo está genuinamente interesada, sino que se pueden ver las actuaciones con gran comodidad y con un sonido impecable. Respecto al programa, más allá de que nos guste más o menos un estilo u otro, nadie puede negar que siempre se buscan opciones de calidad, con bandas difíciles de ver y grupos de relevancia histórica o futuro prometedor, escapando siempre de opciones fáciles o modas temporales.

Para aquellos a quien les guste el metal y el punk, de todas maneras, la jornada inaugural de esta edición contaba con algunas bandas que cualquier festival de nuestro estilo podría firmar, con Slayer y Gojira a la cabeza. Por ello, durante este día pudimos ver a más metaleros de lo habitual con entrada de día, dispuestos a ponerse las botas ante lo que se avecinaba. Siendo jueves laborable, no pude llegar al Parc del Fòrum hasta pasadas las siete de la tarde, pero por suerte se permitía realizar todos los trámites de acreditación de prensa días antes en el CCCB del centro de Barcelona, así que la entrada en mi caso fué rapidísima y pude ver sin ninguna envidia como el público general se acumulaba en larguísimas colas para conseguir su pulsera. Cabe decir que mi número de acreditación iba por el 4600, así que haceos una idea del inmenso número de periodistas de alrededor del mundo que han venido a hacerse eco de lo que iba a ocurrir estos días en el Fòrum.

Mi primera parada fué el concierto de los británicos This is Not This Heat en el escenario  Primavera, el tercero más grande de los casi 15 que hay repartidos por el recinto. Aunque digan que no, en realidad sí que son This Heat, una seminal e influyente banda de rock progresivo y experimental que gozó de una modesta popularidad a finales de los setenta y que ahora se ha reunido alrededor de los dos componentes vivos que les quedan, el batería Charles Hayward y el desaliñado y barbudo frontman Charles Bullen. Quizás por no estar del todo preparado mentalmente y encontrármelos ya empezados justo al llegar al recinto, en ningún momento acabé de conectar con una descarga riquísima, llena de capas y de complejidad. Con ocho músicos sobre el escenario, incluyendo dos baterías, y una aproximación relativamente similar a la de unos Swans a los que influyeron decisivamente y que tocarían (y triunfarían!) en la jornada del viernes, su propuesta es repetitiva, hipnótica, densa y opresiva, con súbitas disonancias, violines, clarinetes y hasta cuatro voces concurrentes que te percutían desde momentos muy tranquilos a pasajes más cañeros y violentos. No estoy seguro que un escenario tan grande y una hora tan temprana fueran la mejor ubicación para esta banda, por lo que a medida que avanzaba el concierto se fué produciendo un paulatino éxodo de asistentes que emigraron a buscar opciones más fácilmente digeribles.

Yo mismo, a pesar de lo interesante de la propuesta de los británicos, decidí escaparme algo antes del final de su descarga para ver qué se contaban los canadienses Broken Social Scene en el escenario RayBan. También con un montón de gente sobre el escenario, hasta diez en según qué momentos, la banda liderada por Brendan Canning y Kevin Drew practica un rock alternativo muy melódico y enérgico con vientos, cuatro guitarras, un montón de voces y algun deje que otro a Placebo u a otras bandas noventeras como Yo La Tengo. Si bien en disco es un grupo que no me convence en exceso, en directo consiguieron el objetivo de animarme y hacerme bailar, llegando a disfrutar genuinamente de su potente versión del "Total Eclipe of the Heart" de Bonnie Tyler antes de encaminarme de nuevo hacia el escenario Primavera a coger un buen sitio para disfrutar de la descarga de mi primer plato fuerte de la noche: los franceses Gojira. Al llegar a las cercanías del escenario, el inesperado bullicio sirvió para percatarme de una de las grandes sorpresas de las muchas que suelen ocurrir durante el fin de semana del festival: en un pequeñísimo escenario más o menos improvisado muy cerca de donde iban a tocar Gojira aparecieron sin previo aviso los americanos Arcade Fire, uno de los grandes cabezas de cartel de la edición de este año, que ofrecieron un concierto íntimo y cercano para delirio de los múltiples fans que corrían por la zona y para desesperación de aquellos que se encontraban en el otro extremo del recinto, en un puntazo que solo un festival del nivel del Primavera Sound se podría permitir.

Mientras tanto, un montón de gente con camisetas metaleras y una respetable cantidad de interesados casuales se iban acumulando a lo largo del tercer escenario más grande del recinto para corroborar que Gojira son unas auténticas bestiazas de las tablas. Aunque la banda de los hermanos Duplantier aun es considerada por muchos una banda "nueva", llevan más de veinte años sacando discos solidísimos y ejerciendo una influencia mayúscula en el metal progresivo contemporáneo, con lo que se han ganado un sitio entre el pequeño grupo de bandas llamadas a liderar la escena metalera en un futuro no muy lejano. Además, se me antojan una opción ideal para un festival como éste: innovadores, originales, con un sonido y un estilo personal y una aproximación abierta y de alguna forma alternativa que encaja perfectamente con el espíritu primaveral. A las 20:50 en punto, y después de una intro muy atmosférica, los cuatro miembros de Gojira saltaron al escenario atacando las notas de la excelente "Only Pain", perteneciente a su último y celebrado trabajo de estudio, titulado Magma (2016) y protagonista destacado del repertorio de esta noche con hasta cinco canciones, siendo las otras "Silvera", "Stranded", "The Cell" y "The Shooting Star". A partir de la primera de ellas, que fué la tercera del concierto, el sonido algo irregular con el que empezaron se estabilizó para que la banda se convirtiera en una absoluta apisonadora, haciendo daño con sus guitarras punzantes y su batería machacona y afilada mientras Joe, ataviado con una camiseta de Converge, rebentaba tímpanos con su voz abrasiva y desgarrada y Jean-Michel Labadie se sacudía espasmódicamente de un lado para otro mientras moldeaba la potente base rítmica con su bajo.

Si bien el concierto fué muy compacto y todas y cada una de las canciones, nuevas y viejas, que pusieron sobre el tapete sonaron como un bloque de granito con pinchos estampándose en tu cara, los momentos álgidos vinieron de la mano de temas más clásicos como la fabulosa "Flying Whales", de la que nos escamotearon su atmosférica introducción, o la maravillosa "Backbone", quizás la mejor de toda la noche con su atronadora pesadez y el casi-solo de batería posterior, que no fue tal ya que contó con el acompañamiento del resto de la banda en un ejercicio de precisión, coordinación y calidad técnica realmente impresionante. También muy destacable fué la alargada e hipnótica introducción de "L’Enfant Sauvage", uno de mis temas favoritos de la banda, y el final apoteósico con un "Vacuity" que sirvió para poner el colofón a un concierto que hizo vibrar a los convencidos y que convenció a aquellos que no los conocían del todo gracias a la potencia de un sonido sin fisuras y a lo efectivo de las luces y el acompañamiento de los videos proyectados en la pantalla que cubría la parte posterior del escenario.

De camino hacia la cena y hacia Slayer, que estaban programados en uno de los dos escenarios gigantescos situados en el extremo opuesto a la mayoria de conciertos, tuve tiempo para ver cuatro o cinco temas de los americanos The Afghan Whigs en el Ray Ban stage. Los de Greg Dulli siempre han sido una de las bandas más injustamente infravaloradas del rock alternativo noventero, quizás por la cierta oscuridad de su propuesta, y han acabado convirtiéndose más en grupo de culto que de éxito. Aunque estaba relativamente lejos, gracias a la excelente resolución de las pantallas y a lo artístico de la realización fui capaz de apreciar una banda potente y sensible, con un magnético Greg al frente y con un abanico de músicos de calidad incluyendo coristas y cellistas bordando temazos como "Gentleman", "Algiers" y algunos cortes de In Spades, el disco que han sacado hace tan solo unas semanas y que, confieso, aun no he encontrado el momento de escuchar.

A pesar de que para mí se trata de un festival excepcional a nivel organizativo, no todo son elogios para el Primavera Sound. Las distancias a recorrer para ir de un escenario a otro (sobretodo si quieres ir a los más grandes) son siderales (alrededor de 15 minutos), cosa que es inevitable si se quiere repartir las decenas de miles de asistentes lo mejor posible dentro del espacio disponible. Lo que sí que es evitable, a mi juicio, son los desorbitados precios de la comida. La variedad es totalmente envidiable, y podrías estar probando menús distintos durante semanas, pero los precios son totalmente injustificados, encontrándome paradas que ya había visto en otro festival barcelonés el año pasado con los precios un 30% más caros. Hablando de ello con los restauradores, comentaban que el coste de las licencias era muy elevado, pero tanto si es algo a achacar a la organización como a los propios propietarios de las paradas de comida, los principales perjudicados acaban siendo los asistentes, así que ante la estupefacción que me causó esto el primer día, opté por tirar de bocadillos caseros en las dos jornadas restantes. De la misma manera, me tomé un combinado y no más, ya que ocho euros por un supuesto vodka con limón que era más bien una Fanta con hielo no me dieron demasiadas ganas de pedirme otro.

El mosqueo post-cena se me pasó tan pronto me encontré delante de un gigantesco escenario Mango, decorado con un inmenso telón de fondo con la portada de Repentless. A pesar de llegar cinco minutos justos antes del concierto, la expectación que generaron Slayer fué, comparativamente, la menor de todas las bandas que tocaron en la zona de escenarios principales (que los habituales llaman Mordor) a un horario decente, con lo que nos pudimos colocar cómodamente alrededor de la fila 6 o 7, observando con admiración el foso de 4 o 5 metros en el que los fotógrafos podían trabajar a sus anchas sin tener que jugar al Twister. A pesar de que los californianos han sido históricamente mi banda favorita y ésta iba a ser la novena vez que los veía en directo, no las tenía yo todas conmigo ante este concierto. Quizás a priori la ubicación no me parecía la ideal, o quizás temía por un público demasiado casual. O a lo mejor, a pesar de que siempre han sido una auténtica maravilla en directo y el año pasado en el Rock Fest dieron un bolazo excelente, aún albergaba dudas después de que su anterior visita a Barcelona, junto a Anthrax y Kvelertak, me pareciera la peor de todas las veces que les he visto. Mis absurdas y descreídas reticencias se desvanecieron a los pocos segundos de la inicial "Repentless": Slayer habían venido a arrasar con todo y para ello contaron con la ayuda de un sonido absolutamente perfecto.

Al contrario de lo que acostumbraban en sus últimos conciertos, los californianos dejaron de lado muchos temas nuevos como "You Against You" o "When the Stillness Comes" para introducir golosinas que hicieron que a los fans de la banda nos brillaran los ojos. No solo sonaron las inevitables "Disciple", "Mandatory Suicide" o "War Ensemble", sino que en esta primera parte del concierto también introdujeron clásicos poco o nada habituales como "The Antichrist", "Hallowed Point" o "Captor of Sin". Con una contundencia apabullante, una ejecución como siempre impecable y la proverbial sequedad de Tom Araya en sus comunicaciones con el público, Slayer fueron desgranando temazos entre pogos y cervicales dislocadas de los que ocupábamos la zona central frente el escenario, mientras alrededor se podía observar a muchos curiosos casuales con cara de no saber de dónde le estaban cayendo. Justo antes de empezar "Seasons of the Abyss" hubo un cambio de telón que reveló el logo clásico con el águila del Tercer Reich, y a partir de ahí fué un no parar hasta el final con "Dead Skin Mask", un "Hate Worldwide" que parece haber llegado para quedarse y el apoteosis final con "Postmortem", "Raining Blood" (una sorpresa agradable que las enlazaran!), "South of Heaven" y uno de los mejores temas de la historia del metal como es "Angel of Death". Casi nada.

Pocas pegas se le pueden poner a un concierto prácticamente perfecto que nos dejó a todos exhaustos y extasiados. Quizás, como siempre desde que Paul Bostaph ha vuelto a hacerse cargo de los parches, se agradecería algo más de presencia de su primera época en la banda a mediados de los noventa, especialmente que se atrevieran con algo de Divine Intervention, un disco impresionante que me parece inexplicablemente ignorado en sus repertorios. La otra pega fué que se anunciaron 70 minutos de actuación y al cabo de una hora Kerry King y los suyos se bajaron del escenario para no volver, así que les hubiera dado tiempo para, mínimo, un tema más. Pero aún esto no empaña para nada el mejor concierto de la noche y uno de los mejores que yo les he visto nunca al cuarteto de Los Angeles, que supieron exprimir al máximo las capacidades técnicas del grandioso escenario que se les asignó para aplastar la cabeza de fans y curiosos. Además, este recorte en el tiempo de actuación incluso resultó ser algo positivo ya que me permitió tener algo de margen para desplazarme hasta la otra punta del Fòrum y no perderme casi nada del próximo concierto de mi ruta de esta noche, que iba a ser el de los británicos The Damned.

Y menuda papeleta que les quedó al elegante y repeinado Dave Vanian y los suyos. Aunque se cascaron un concierto divertido y repleto del clásicos, me pillaron con el bajón energético post-Slayer y en ningun momento fueron capaces de atraparme del todo. Y es una pena, porque el ambiente que se vivía en el escenario Adidas Originals, uno de los dos ubicados al lado del puerto, justo debajo de la gigantesca placa solar del Fòrum, era realmente festivo, y la gente disfrutó como niños de temazos históricos del punk y del rock gótico como "Just Can’t Be Happy Today", "Love Song", "Stranger on the Town" o "Neat, Neat, Neat". Mientras Dave Vanian venía con levita, gafas de sol, bigotito cuidado y un micrófono vintage (casi solo le faltaba el monóculo), el guitarrista Captain Sensible parecía sacado de "¿Dónde está Wally?", ataviado con camiseta a rayas, gorro y, casi, los utensilios para ir a pescar, personificando los contrastes inherentes en la música de esta banda, que empezó siendo una de los pioneras del punk más irreverente y que evolucionó con el tiempo a ser bandera del rock gótico más oscuro, melódico y elegante.

Ambos líderes se encuentran en un momento de forma y actitud envidiable, y ambas facetas de la banda se vieron ampliamente representadas en los intensos sesenta minutos que duró su actuación. A parte de la gran colección de hits que poseen y que sirvieron para mantener un elevado nivel de bailoteo y buen rollo en todo momento, tampoco faltaron sus habituales versiones de "Alone Again Or" y "Eloise", en la que se acercan a un sonido prácticamente glam. El momento álgido del concierto, cómo no, llegó cuando atacaron la conocidísima "New Rose", durante la que el teclista Monty Oxymoron salió a pasear su pelazo crepado por el escenario y a pegarse un frenético y espasmódico baile que hizo las delicias del público. Me dió bastante rabia que este concierto viniera tan seguido después de Slayer, ya que creo que objetivamente fué magnífico, con un muy buen sonido y un setlist excelente, pero yo no fui capaz de disfrutarlo como se merecían y como indudablemente hicieron los muchos que se apiñaron frente al escenario. En todo caso, The Damned no es una banda extraña de ver por aquí, así que siempre quedará la oportunidad de cazarlos en su próxima gira por salas y darles el 100% sin mediatizaciones previas.

Llegamos al final de la jornada de este jueves con el solape más doloroso del día, en el que los programadores del festival nos obligaron a escoger entre los divertidísimos King Gizzard and the Wizard Lizard y los brutales Converge. Me hubiera encantado ver a los primeros, pero de Converge soy fan, así que me dirigí sin titubear a una posición bastante avanzada del escenario Pitchfork, gemelo del Adidas, cuyas actuaciones se iban alternando, para ver a Kurt Ballou y Jacob Bannon ponerlo todo patas arriba. Una vez más, no sé si es porque aún llevaba el subidón de Slayer, porque ya empezaba a estar cansado o porque el sonido al principio no tenía la suficiente chicha, pero su concierto no me acabó de motivar como sí lo hicieron las dos últimas veces que los había visto, en el Resurrection Fest de 2014 y en la Sala Estraperlo de Badalona hace poco menos de un año. Y no será porque los de Massachussets no pusieran todo lo que tenían sobre el escenario: Jacob es un frontman violento y agresivo, con un estado de forma vocal más que aceptable, Kurt Ballou es un guitarrista absolutamente excepcional a pesar de pasar a veces casi desapercibido, mientras que el saltimbanqui de Nate Newton no para de moverse histéricamente con su bajo y Ben Koller no pierde ocasión para dejarnos con la mandíbula en el suelo con su espectacular técnica y feeling a la batería.

Converge es una de las bandas más originales e influyentes del hardcore contemporáneo, y a sus espaldas tienen auténticos discazos que se cuentan como algunos de los mejores del género. Además, poseen la habilidad de resultar brutales tanto en la velocidad más endiablada y aparentemente caótica de temazos como la inicial y maravillosa "Dark Horse" (menuda manera de empezar un concierto, pena que no sonara todo lo potente que debería), "Aimless Arrow" o "Cutter" como en piezas lentas, pesadas y opresivas como "You Fail Me" o "Worms Will Feed / Rats Will Feast" (para mí, el mejor momento de la noche). Compartiendo mi opinión de que su etapa reciente es la más brillante de su carrera, hubo abundancia de temas de su último disco, con especial atención a dos maravillas como son "Predatory Glow" y el corte que le dá título, "All We Love We Leave Behind", que tuvieron que cortar y reemprender debido a algun problema con la batería. Para acabar, un trío de lujo con "Eagles Become Vultures" y con los dos temas más identificativos y polarizados de su disco más icónico: el que lo abre, el corto e histérico "Concubine", y el que lo cierra y dá título, el largo, lento y opresivo "Jane Doe", que se me acabó haciendo incluso un pelín pesado debido, supongo, al cansancio que ya llevaba acumulado después de un extenso día de trabajo y de que ya nos habían dado casi las tres y media.

Por ello, no tuve fuerzas para quedarme al final de fiesta con Skinny Puppy, lo que es una pena, porque por lo que me contaron fué un auténtico espectáculo gore repleto de sangre y episodios vampíricos. Ahora me arrepiento, pero en este momento no podía con mi alma, así que de poco sirve lamentarse a toro pasado. Otras bandas a las que tuve que renunciar por culpa de los solapes fueron The Black Angels y The Zombies, cuyos conciertos recibieron muy buenas críticas por parte de aquellos con los que hablé. Una lástima, pero con tanto escenario no se puede tener todo. Y eso que este jueves estuvo a punto de tenerlo, con actuaciones fantásticas de bandas que me encantan y con Slayer dando un puñetazo sobre la mesa y reinando por encima de todas ellas. En las dos jornadas restantes no hay tantos reclamos tan obvios y de tanta entidad para el público metalero pero, tal y como vamos a ver en las respectivas crónicas, no van a faltar bolazos para parar un tren de multitud de estilos y registros. Y es que de esto trata exactamente el Primavera Sound.

Texto: Albert Vila
Fotos: Primavera Sound (Sergio Albert / Dani Canto / Garbiñe Irizar / Nuria Rius / Eric Pàmies)