Para celebrar las tres décadas desde la publicación de su disco de debut, el seminal Epicus Doomicus Metallicus, los doom-metaleros suecos tienen preparado un año lleno de actividad. Aparte de venir a vernos en ocasión del Rock Fest BCN, también nos presentan este entretenido EP, que si bien no parece que se vaya a convertir en un puntal imprescindible de su discografía, es disfrutable y sirve muy bien para ver dónde se encuentra la banda en estos momentos.

Albert Vila

Conocí a Candlemass como a tantas otras bandas en la era pre-internet: comprándome un disco (en este caso una cinta) a ciegas, sin haber escuchado nada antes. Había leído, claro, que eran uno de los grandes del doom, y yo, con mis 15 años, era fan absoluto de Paradise Lost, Anathema, My Dying Bride y todas esas bandas de doom metal que tanto molaban a mediados de los noventa, así que estaba seguro que ésto me tendría que gustar. Pobre de mí, no tenía ni idea en esos tiempos de la cantidad de géneros y subgéneros del metal, y os podéis imaginar el horror que sentí al poner en mi pletina ese Tales of Creation (1989) recién adquirido. La intro "The Prophecy", aunque bastante más jebi de lo que me esperaba, no estaba nada mal. Pero tan pronto escuché "Dark Reflections", llena de falsetes y con esa batería ochentera reverberada, se me cayó el mundo encima.

Supongo que todos los que crecimos en esa época (o antes) tenemos experiencias parecidas con alguna banda. Si esto hubiera pasado ahora, claro, habría escuchado un par de temas en Spotify, habría dicho que esto no es para mí, quizás incluso les habría juzgado sin piedad, y habría olvidado al grupo durante años. Pero antes, como bien sabéis, esto no funcionaba así. Si te comprabas un disco tenías una especie de obligación moral a insistir con él hasta que te gustara o acabases harto. Y la verdad es que le acabé cogiendo el tranquillo a Tales of Creation: pegadizo y melódico, heavy pero oscuro. No me atrapó lo suficiente como para interesarme por el resto de la discografía de la banda (discos que no escuché hasta muchos años más tarde), pero sí que me lo puse con relativa regularidad.

Candlemass nacieron en 1984 y son una de las bandas fundamentales para entender el doom y su fusión con el metal a mediados de los ochenta, junto a otros clásicos como Pentagram (que ya llavaban muchos años, pero no debutaron discográficamente hasta entonces), Trouble o Saint Vitus. Los suecos se caracterizaron por añadir un toque particularmente bombástico, épico y heavy a la base black-sabbathiana común en el género. Con un sonido muy personal y un aire algo operático, fantástico y medieval, consiguieron labrarse un nombre de culto en el metal europeo, sembrando la semilla para todas esas bandas death / doom que comento más arriba y siendo también una influencia clara para el power metal que estallaría en bien poco tiempo. En el periodo 1986-1989 sacaron su material más aclamado y relevante, a razón de disco por año. Descubiertos por mí a posteriori, la verdad es que discos como Nightfall (1987), Ancient Dreams (1988) o el propio Epicus Doomicus Metallicus (1986) son auténticos pepinazos más que disfrutables. A partir de ahí la banda ha sufrido constantes cambios en su formación, y sus trabajos han sido mucho más irregulares, sin volver a llegar nunca al mismo nivel de éxito ni de calidad.

Puede sonar extraño, ya que en España nunca han sido especialmente conocidos, y hoy en día Suecia produce bandas de metal excelentes por dóquier, pero en su momento Candlemass fué una de las pocas bandas extremas procedentes del país escandinavo, en tiempos en que triunfaban Europe o Yngwie Malmsteen, y llegaron a tener un éxito comercial más que destacable. De hecho, según la infalible Wikipedia, se trata del séptimo artista sueco con más discos vendidos en todo el mundo: más de 15 millones de copias. Es innegable que merecen ser reconocidos como una de las bandas clave en el desarrollo del metal extremo en Europa, siendo pioneros de un género que ha tenido mucho recorrido, y cimentando el camino para uno de los viveros más fructíferos para la música rock / metal contemporánea.

Con el paso del tiempo, la popularidad de la banda ha disminuido bastante, pero siguen manteniendo un intocable estátus de culto. Si bien durante estos más de treinta años de trayectoria ha habido un par de pequeños hiatos, su carrera ha sido más o menos contínua, y han publicado 11 discos de estudio y una docena de EP’s. La formación del grupo ha dado bastantes vueltas, pero hoy en día son casi los mismos miembros que en su época dorada. El cantante ha sido el elemento menos estable, ya que hasta seis han pasado por la banda. El más representativo, que estuvo en la mayoría de sus discos clásicos, fué Messiah Marcolin. Su tono de voz, un poco histérico, con melodías folkies, en algun lugar entre Ozzy, Eric Adams y Blaze Bayley, fué icónico para la banda y para el género en general. Actualmente, y desde 2012, el encargado de las voces es Mats Léven, un trotamundos que viene de ambientes más powermetaleros y sinfónicos (por ejemplo, ha sido vocalista de los germanos At Vance o de los suecos Therion). Esto se nota, y mucho, en el sonido final del disco que nos ocupa, el primero en el que participa. Yo no soy precisamente fan ni del power metal ni del metal sinfónico (paradójicamente, viendo el nombre de la web en la que escribo), y aunque valoro muy positivamente su capacidad vocal, lo que aporta la voz de Mats al sonido de Candlemass no me acaba de convencer.

El tema que abre y que dá nombre a este Death Thy Lover es pegadizo, pero un poco irregular. Empieza con un riff muy típico de la banda, pero enseguida se acelera y se convierte en un tema de heavy metal más clásico, sensación que se enfatiza una vez entra la voz. La instrumentación es excelente, hay arreglos magníficos, pero la línea vocal me chirría un poco y el estribillo no me gusta demasiado, lo encuentro tirando a simplón y cutrillo. Cosas de la vida, y aún dándome cierta rabia, me he encontrado a mí mismo tarareándolo en más de una ocasión, así que a lo mejor tampoco está tan mal.

La producción es muy buena, densa, compacta y contundente. Se puede apreciar perfectamente en los riffs tan sabáticos de "Sleeping Giant", que de hecho me recuerdan bastante al "Bible Black" de Heaven and Hell (la banda, no el disco). Es quizás mejor tema, más lento y doomero, pero tampoco es nada del otro mundo. De nuevo el trabajo de las guitarras es buenísimo, con un gran sonido, tanto en los solos como en los punteos, aunque otra vez encuentro el estribillo un poco simple y desganado. Es verdad que no se aleja tampoco tanto de los estribillos clásicos de la banda (que si bien pegadizos, nunca han sido su fuerte). Quizás el problema es que la voz es bastante genérica y no encontramos la personalidad diferenciada que sí tuvieron años atrás, no lo sé, pero el caso es que no me convence.

Mi favorita de este corto trabajo es "Bitter and Sweet". Los riffs siguen siendo sabbathianos al 100%, gordos y pesados, pero en este tema hay algo de drama, de épica desesperación, que me atrapa. El estribillo es mucho, mucho mejor, y aquí sí que apetece levantar el puño. De nuevo el sonido es magnífico y los solos también. Las partes acústicas son melosas y quedan bien, y aunque la misma estructura y riffs se repiten constantemente en un orden bastante previsible, el tema no se hace nada pesado. Para poner un pero, el final parece un poco forzado, pero vamos, se lo perdonaremos.

Para cerrar tenemos a "The Goose", un fantástico tema instrumental, muy lento y depresivo. Más cercano a su doom folklórico y mediavalizado tradicional, también recuerda por momentos a bandas mucho más duras como My Dying Bride, hasta el punto que no sorprendería que apareciera una voz gutural en cualquier momento. Sin la voz el tema es mucho menos explícito y encorsetado, dá lugar a imaginarte más cosas, y no tenemos ninguna excusa para no fijarnos en el excelente trabajo en la instrumentación, las guitarras y los arreglos. Un muy buen final para estos 25 minutos.

En general estamos ante un conjunto de canciones entretenido y que se deja escuchar, pero que tampoco aporta nada especialmente destacable al legado de la banda. El álbum va de menos a más: los dos últimos temas son muy buenos, mientras que los dos primeros son más irregulares. Aunque Mats Léven es un excelente cantante, a mí no me convence en Candlemass. Su voz es poderosa pero bastante genérica. En el pasado, la voz siempre había sido un punto muy diferencial en esta banda, les dotaba de gran personalidad, cosa que aquí no ocurre. En todo caso, este trabajo sirve para mantener a la banda fresca y en el foco mediático (o quizás deberíamos decir "bombilla"), lo cual ya está bien.

Candlemass es un grupo que se prodiga bastante en festivales pero que es complicado de ver fuera ese contexto. En Barcelona, sin ir más lejos, su última visita fué en motivo del Day of Doom de 2012, en lo que hoy es la sala Bóveda. Son habituales en los eventos de Rock’n’Rock, y justamente este verano los veremos en el Rock Fest Barcelona, el domingo a las 15:30. Para muchos, un grupo tronado y desconocido de media tarde para ver desde la barra. Pero para otros, una gran oportunidad de disfrutar de una de las bandas más personales e influyentes en la música extrema de las últimas décadas. No sé si en los 60 minutos de los que dispondran tocarán poco o mucho de este EP, probablemente poco. Lo que es seguro es que harán lo posible para oscurecer al máximo el intenso sol de julio barcelonés.

Albert Vila

Temas:

1. Death Thy Lover (6:50)
2. Sleeping Giant (5:30)
3. Bitter and Sweet (6:34)
4. The Goose (6:34)

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