Pocos días después del llamado “eclipse del siglo”, se nos presentaba una semana lluviosa en Barcelona, con cielos encapotados y nubes densas que se fueron resquebrajando en la tarde/noche del miércoles para dar paso al influjo de la luna. Una luna que, aunque no era llena, ya empezaba a esparcir su hechizo por los alrededores de la sala Razzmatazz 2 de la Ciudad Condal, y hacía presagiar una buena noche ante la inmediata descarga de los portugueses Moonspell, que visitaban por enésima vez tierras catalanas, acompañados esta vez por los titanes griegos SepticFlesh.

Los terceros en discordia y compañeros de juego en Barcelona eran los gerundenses Morphium, banda que no pudimos ver debido a problemas de tiempo. No tenemos referencias de cómo fue su actuación, aunque sí que nos gustaría resaltar el olvido por parte de los dos “grandes” de la noche a la hora de los agradecimientos, ya que ninguno de los dos se acordó de nombrar en ningún momento a la banda catalana. No es algo del todo recriminable, pero sí descuidado.

Varios paneles con los personales y grotescos tratados de anatomía diseñados por el propio Seth Siro Anton adornaban el escenario de SepticFlesh. Un Seth que volvía a lucir su impactante indumentaria, a medio camino entre la armadura del Dracula de Francis Ford Coppola y la estética gigeriana. No nos sorprendió la ausencia de Sotiris en una de la guitarras, ya que éste, miembro fundador y uno de los máximos compositores de la banda, no suele prodigarse mucho en los escenarios, y mucho menos si no es en su tierra natal.

Puntualísimos, y tal como rezaba la lista de horarios oficiales, a las ocho en punto sonaban los primeros acordes de “War In Heaven”, canción que da inicio al nuevo trabajo de los griegos. La verdad es que fue impactante el excelente y atronador sonido que consiguieron desde los primeros instantes de su actuación, casi sin dar tiempo a los asistentes a acabar de acomodarse en el lugar. Por ese entonces podríamos decir que la sala estaba, más o menos, sobre la mitad de su capacidad, aunque al final del segundo tema de la noche, “Communion”, se rozaban los tres cuartos de entrada, una cifra nada despreciable para ser día laborable.

El escenario se tiñó de rojo con “Order of Dracul”, donde pudimos seguir comprobando el descomunal sonido, en especial de la batería (de lo mejor de la actuación de los helenos y tras la cual se encontraba el nuevo miembro anunciado por la banda, el austriaco Krimh, que ha pasado por Behemoth o Decapitated). Con “Pyramid God” llegó el punto álgido, canción con la que la gente se animó por completo, ayudados por la encomiable labor de Seth, que estuvo muy interactivo durante toda la velada y no paró de pedir la participación de los asistentes, ya fuera para corear algunas estrofas o para alzar los brazos con el símbolo de los cuernos. Y la verdad es que la gente respondió perfectamente y sin problemas ante la petición que llegaba desde el Olimpo, en especial en el tema “Anubis”, uno de los más aclamados.

Otro hecho destacable fue la perfecta sincronización de la banda con la gran cantidad de efectos sinfónicos pregrabados que utilizaron durante su actuación; algo, esto último, que sin embargo tuvo un punto discordante entre los asistentes, donde un gran número de ellos llegó a sospechar de las grandes “libertades” que se tomaba Seth con el bajo, intuyendo que (por lo menos parte de) las líneas de su instrumento también estaban grabadas. No podemos ni confirmar ni desmentir tal hecho.

El ocaso titánico llegó con “Prometheus”, también perteneciente a su última obra y donde se daba por concluida la actuación, de una forma grandilocuente y llena de épica. La noche fue, básicamente, un ir y venir entre temas de sus tres últimos trabajos, algo que el abajo firmante ya se esperaba y que no era del todo de mi agrado, ya que no es precisamente su última época, sino más bien todo lo contrario, la que más me interesa. A pesar de ello, he de reconocer que la interpretación de los griegos fue casi perfecta, todo un alarde de sobriedad y profesionalidad que dejó contentos a todos, incluso a mí.

Tras la habitual pausa para cambios en el escenario, fumar, o tomar un refrigerio, la sala volvió a oscurecerse ante el júbilo del público, que esperaba con ansia la salida de Moonspell. Sonaba como intro el teaser utilizado para presentar su nuevo trabajo. “Road to Extinction” es el título escogido para esta gira y para esa mezcla entre la canción “La Baphomette” y la narración de una voz femenina que nos relata varios casos de extinciones a lo largo de la historia en el planeta, además de las múltiples acepciones del termino en sí.

Con un gran fondo, compuesto por uno de los diseños del nuevo disco, la batería de Miguel Gaspar completamente rodeada por la cabeza de un enorme macho cabrío, y los adornos en el teclado de Pedro Paixao, a modo de tubos emulando un órgano eclesiástico, aparecía sobre el escenario el imponente Fernando Ribeiro para estimular al público ante las primeras notas de  “Breathe (Until We Are No More)”, tema que abre su recién editado nuevo trabajo. Un aparentemente estático Ricardo Amorim ayudaba en los coros mientras hacía sonar su guitarra. Ciertamente, no obtuvimos las mejores sensaciones y todo parecía demasiado frío al principio, con un Fernando que, sin desentonar, quizás no era tan relevante como en otras ocasiones. ¿Sería la crisis de los cuarenta, o su reciente paternidad? Bromas aparte, esas pequeñas dudas se disiparon muy rápido, y bastaron sólo dos minutos para meterse al público en el bolsillo. Hay algo que Moonspell sabe hacer muy bien, y es ganarse a la gente a base de buen hacer y de una actitud ejemplar, cosa que hace que siempre acaben convenciendo en todas y cada una de sus actuaciones.

El tema que rompió el hielo definitivamente fue “Extinct”, donde el público sí estaba ya totalmente entregado y la banda se notaba mucho más cómoda que en el inicio. Es una canción perfecta para el directo. Ellos lo saben y así lo hicieron, sacando lo mejor de cada uno de los allí presentes, sobre todo en los estribillos. Un Ricardo especialmente inspirado ponía la piel de gallina con su solo de guitarra, mientras que el siempre simpático e hiperactivo Ares no paraba de ir de un lado para otro.

“Night Eternal” fue la siguiente, y a partir de aquí la noche se convirtió en una lluvia de clásicos intercalados con casi la totalidad de su nueva obra. No hay nada mejor que “Opium” y “Awake!” para hacer enloquecer al público, y es que fue “Irreligious” el álbum que los ayudó a traspasar definitivamente la frontera portuguesa allá por 1996. Cayeron “The Last Of Us” y “Medusalem”, otro tema, este último, que también quedó demostrado que es ideal para tocar en vivo, con sus pegadizas melodías y estribillos. Llegado este punto, Ricardo aprovechó para cambiar de modelo de guitarra y Fernando para solucionar unos pequeños problemas que tenía con el micro, momento en el que, muy oportunamente,  bromeó sobre su potencia vocal.

“Malignia” sirvió como descanso antes de “Mephisto”, otro clásico que vino acompañado del enrojecimiento total del escenario, transportándonos al mismísimo infierno, donde no faltaba ni el humo de las calderas ni la diabólica silueta de Fernando como auténticos protagonistas. Gaspar, siempre en un segundo plano, se mostraba sin embargo implacable en la batería, mientras que Pedro Paixao estuvo toda la noche tras el teclado, y no cogió la guitarra en toda la actuación, privándonos de ver en este caso sus continuos intercambios entre un instrumento y otro. Otro momento significativo se vivió con “The Future Is Dark”, una triste y oscura canción en la cual, justo en el momento del solo de Ricardo, éste quedó iluminado por un único foco mientras, sobre él y su guitarra, caía una abundante cantidad de “nieve” que acabaría por cubrirlo de blanco. Curioso y emotivo.

Pero, sin duda, uno de los mejores instantes del concierto vino con “Vampiria”. La mítica canción del álbum “Wolfheart” fue de las más aplaudidas de la noche, justo antes de la festiva “Ataegina” y de otro clasicazo como “Alma Mater”, donde, presuntamente, la banda daba por acabada su presencia sobre el escenario. La casi hora y media de actuación hasta ese momento había estado muy bien, pero nadie creía que aquello hubiera acabado y suspiraban por más. Aún faltaba el colofón.

Dicho y hecho. Casi sin dar tiempo a la típica simulación de protesta por la insatisfacción de haberse acabado el show, empezaron a sonar unos estremecedores aullidos por toda la sala que hicieron sonreír a la gran mayoría, pues todos presumíamos lo que se avecinaba. “Wolfshade (A Werewolf Masquerade)” es un tema que, a pesar de haber escuchado cientos de veces, ningún seguidor de los lusos puede perdonar en ninguno de sus conciertos. Aquí llegó el apoteosis. O, mejor dicho, casi, porque la auténtica lujuria llegó con la que muy posiblemente sea la mejor canción que ha escrito la banda en su larga trayectoria. Yo personalmente iría a ver un concierto de Moonspell en el que solamente tocaran “Full Moon Madness” unas cuantas veces. Una canción casi perfecta que es, a día de hoy, el mejor final posible para un concierto de los portugueses. Sobrecogedor.

Excelente noche extrema la que se vivió en Barcelona con estas dos (¡tres!) bandas, sobre todo Moonspell, que nos suelen visitar muy a menudo pero que siempre acaban atrayendo a una gran cantidad de asistentes. Algo que ellos mismos agradecieron continuamente, y más si tenemos en cuenta que era miércoles y que estábamos allí representados los que seguramente sean los países de la Unión Europea con más dificultades en la actualidad.

Texto: V
Fotos Madrid: Yalinku (cortesía de metaltrip.es)