Hace ya unos años que los americanos Overkill estan instalados en un momento dulce de inspiración. Durante sus casi cuatro décadas de carrera nunca han parado de facturar discos potentes y energéticos con pasmosa regularidad, pero sus últimas entregas, tal y como también pasa con otras bandas clásicas del thrash metal, pueden contarse como de lo mejor de su trayectoria. "The Grinding Wheel" es quizás algo más calmado que sus discos más recientes y aporta bastantes matices que lo hacen único y especialmente interesante, manteniendo a los de New Jersey en el olimpo del thrash contemporáneo.

Albert Vila

Es redundante a estas alturas volver a mencionar que el thrash metal cuenta con un estado de salud fantástico a día de hoy. En cualquier reseña que escribo de bandas tanto clásicas como recientes me encuentro con la necesidad de comentar lo mismo: los miembros de la vieja guardia estan bendecidos por unos niveles de inspiración como el que no han tenido en muchos años, mientras que las nuevas espadas que han hecho el estilo suyo vienen pujando fuerte con el librillo bien aprendido, confianza sobrada y una calidad indiscutible. Dentro de este sorprendente resurgir, si preguntas a la comunidad metalera cuáles son las bandas clásicas más en forma hoy en día, muchos te van a coincidir en mencionar sobretodo a Testament, a Kreator y a Overkill. Especialmente los dos últimos pasan por un momento fantástico tanto en estudio como en directo, y en el caso de los de D.D. Verni y Bobby Einsworth, a pesar de los publicitados excesos con los que han vivido el total de su carrera, no han dejado en ningun momento de producir thrash metal de calidad con una regularidad aplastante, alcanzando uno de sus puntos álgidos en sus discos más recientes.

Si sus últimos trabajos (especialmente The Electric Age (2012) y White Devil Armory (2014)) han recibido elogios unánimes, este The Grinding Wheel no se queda ni un milímetro atrás. Evidentemente, a estas alturas poco cambia en la base de la propuesta musical de los de New Jersey, pero de unos años a esta parte parecen sentirse tan cómodos e inspirados en su característico thrash metal viperino a caballo del punk y del heavy metal más clásico que la sensación es que les salen canciones y discos excelentes como churros. Este The Grinding Wheel es ya el decimoctavo de una banda que se formó en 1980 y que, a pesar de haber sufrido bastantes cambios de formación a lo largo de los años, hace ya más de una década (y cinco discos) que se mantienen con el mismo line up formado por Blitz a las voces viperinas, D.D. Verni al bajo, Dave Linsk y Derek Tailer a las guitarras y Ron Lipnicki detrás de los parches. Quizás este es uno de los motivos por los que los chicos de verde gocen de una posición tan consolidada a día de hoy.

Pero The Grinding Wheel no es solo un buen disco más de Overkill, sino que encontramos una buena cantidad de matices que lo diferencian inequívocamente de sus propuestas más recientes. Para empezar, es un disco algo menos comprimido y descontrolado que su par de trabajos anteriores, dando la impresión de una cierta (pero incierta) calma. Sigue habiendo agresividad, por supuesto, pero parece que hayan puesto una marcha menos en muchos pasajes, centrándose algo más en su vertiente más rockera y dejando la velocidad thrashera y vertiginosa un poco de lado. La producción es algo más ligera y compositivamente nos encontramos con un rango más amplio de influencias y de registros, haciéndolo un disco realmente interesante y no sencillamente un paso fácil más en su trayectoria.

El tema de apertura, una referencia a la propia banda y su omnipresente verde nuclear, es más que resultón, y aunque para mí no suponga uno de los momentos álgidos del disco es sin duda un corte sólido y muy metalero que actúa de magnífica carta de presentación. Destaco especialmente la parte intermedia con una melodía vocal que me recuerda un poco a los Maiden de Blaze Bayley y unos oh-oh-oh-ooohs bastante resultones. Pero la fiesta empieza de verdad con "Goddamn Trouble", una canción punki, bailable, acelerada y divertida, con un sello 100% Overkill y que trae a la cabeza la frescura y la excitación de Motorhead y de los primeros Maiden. "Our Finest Hour" sigue un poco en la misma línea: un temazo pegadizo y dinámico, con uno de los mejores estribillos y líneas vocales de todo el disco (mención especial para la memorable y muy melódica parte final), rebosantes de groove y de intención. El trabajo de ambas guitarras y de la sección rítmica no se queda para nada atrás tampoco, formando uno de los highlights obvios de The Grinding Wheel. Estos tres temas son, de momento, los protagonistas de los primeros singles / videos / lyric videos de este álbum, y aunque son hits por méritos propios, a lo largo del disco encontramos unos cuantos cortes más que también tienen lo que hay que tener.

"Shine On" no me parece al nivel de los dos temas anteriores aun y contar con varios pasajes más que interesantes, con algun fraseo progresivo muy rust-in-peacero, coros histéricos y una excelente parte intermedia más o menos atmosférica que se sitúa entre Ozzy y King Diamond. El estribillo de "The Long Road" a mí particularmente no me gusta nada e incluso me irrita un poco, pero el tema va sobrado de momentos magníficos, empezando por un inicio épico e imponente, con unos coros potentes y motivantes y una poderosa y veloz marcha liderada por un solazo extenso e impresionante. A partir de aquí, abundancia de meandros musicales solo manchados, para mí, por ese estribillo tan forzado. "Let’s All Go to Hades" navega por la vertiente más heavy y más clásica de la banda, con un riff muy NWOBHM, un estribillo y unas voces que me recuerdan obviamente a Judas, y en general mucha melodía aguda y mucho espíritu jebi. Es un medio tiempo vacilón y pegadizo que quizás no pasará a la historia pero que aporta una buena dosis de diversión metalera, cosa que nunca sobra. También "Come Heavy" sigue un poco con este rollo clásico, quizás incluso algo más rockero y vacilón, con una línea de bajo muy punkarra y solos alegres y dinámicos.

El thrash metal motorheadiano que supone su sello de identidad vuelve sin ninguna concesión con "Red White and Blue", un trallazo festivo y agresivo trufado de coros hardcoretas y referencias estadounidenses a tutiplén. Como curiosidad, ese "Gimme liberty or we can give you death" que se va repitiendo en la parte intermedia es flagrantemente pastado a fragmentos del "Gimme Liberty or Give Me Death" (sí, hasta el título es tan explícito) de Havok, hasta el punto que me pregunto si la inspiración es intencionada o no. "The Wheel", por su parte, es posiblemente uno de los temas menos memorables del álbum, pero sirve de introducción para la otra rueda del disco, una final "The Grinding Wheel" que dá título al álbum y que, ésta sí, es verdaderemante excelente, a la par que original y muy diferente a lo que hemos visto hasta ahora. Un tema lento, largo, melódico y envolvente que por momentos recuerda a bandas de doom clásico rollo Candlemass y que es, sin duda, uno de los mejores y más sorprendentes cortes de este disco, con pasajes veloces y un final bombástico y solemne. Como bonus track encontramos una versión muy metálica del "Emerald" de Thin Lizzy, divertida y bailable tal y como la original, que nos recuerda (por si no lo teníamos ya suficientemente claro) cuán influyentes han sido los chicos de Phil Lynnott en los caminos que ha tomado el metal en los últimos cuarenta años.

Es curioso como este The Grinding Wheel ha sido un disco que, al primer par de escuchas, se me hizo algo plano y me costó terminar (o, mejor dicho, me costó pasar la parte intermedia, ya que el final es incontestable), pero gracias a la insistencia y a la paciencia (forzada quizás por mis deberes reseñiles) he conseguido superar esa barrera inicial y descubrir un discazo inspirado, dinámico y variado que disfruto con gran facilidad, hasta el punto que me puede parecer el más completo de la carrera reciente de la banda. Una vez por la mano, el disco pasa rápidisimo a pesar de durar más de una hora, gracias a la variedad y el dinamismo de sus temas, todos ellos rondando los cinco minutos o más. Como todo es circunstancial en esta vida, tampoco descarto que llegara a él mediatizado por mi impresión del Gods of Violence de Kreator, publicado tan solo un par de semanas antes, y que me voló los sesos de forma incontestable. Visto como ambas bandas son a ojos de todo el mundo las grandes candidatas a ocupar el trono de banda clásica del thrash que se mantiene más en forma, y visto que ambos discos se han publicado en un intervalo tan breve de tiempo, me ha resultado inevitable contraponerlos, y no ha sido hasta sacudirme de esta impresión comparativa que he podido disfrutar de The Grinding Wheel por sus propios méritos y como se merece.

Overkill tienen una fama excelente en directo, y no son para nada extraños de ver por estos lares. Estoy bastante seguro, por ello, que más pronto que tarde los tendremos de nuevo por aquí. Por mi parte, la última vez que tuve la oportunidad de asistir a un concierto suyo fué en el reciente Rock Fest barcelonés de 2016, en el que la verdad es que me dejaron con una sensación algo agridulce. Un buen setlist, mucho volumen, mucha energía y mucha distorsión pero un resultado más bien embarullado. Bobby tampoco parecía encontrarse en su mejor día, así que tiro del crédito que tienen más que ganado y me lo tomo como un caso aislado. No tengo dudas que la próxima ocasión en que los veamos van a ser la apisonadora que nos tienen acostumbrados.

Albert Vila

Temas:

1. Mean, Green, Killing Machine (7:29)
2. Goddamn Trouble (6:21)
3. Our Finest Hour (5:49)
4. Shine On (6:03)
5. The Long Road (6:45)
6. Let’s All Go to Hades (4:55)
7. Come Heavy (4:59)
8. Red White and Blue (5:05)
9. The Wheel (4:51)
10. The Grinding Wheel (4:51)
11. Emerald (3:52, versión de Thin Lizzy, bonus track)