El Blues Rock está de enhorabuena, una oleada de jóvenes bandas está irrumpiendo en la escena llenándola de sangre nueva, bien necesaria cuando los años pasan y por ley de vida nos van faltando los de siempre, esos tan grandes que nos han ido acompañando en nuestro camino y que lo seguirán haciendo a través de su legado, aunque muchos ya no estén… Texto y Fotos: Susana Manzanares.
Pero vienen nuevas generaciones y es de ley, y necesario, hacerles sitio. Virgil And The Accelerators, una de esas jóvenes bandas emergentes nos visitó procedente del Reino Unido, en donde están arrasando desde que en 2011 editaron The Radium, su sublime primer trabajo y calificado por la revista Classic Rock Magazine como mejor álbum de Blues Rock de ese año. Tal carta de presentación ya es suficiente, pero se reafirma sobre todo después de haber visto cómo se las gastan sobre el escenario, que sin duda es siempre la prueba de fuego tras el trabajo de estudio, como la del algodón del famoso señor sin pelo…
Precediendo a los británicos, la noche la abrían Vucaque, una emergente banda madrileña que practica un blues rock de ese con el que cierras los ojos y comienzas un viaje a través del tiempo y espacio y entras de lleno en los psicodélicos 70 y su mensaje de paz y amor. Un viaje que estamos acostumbrados a experimentar más desde nuestros sofás mediante un DVD o bien degustando cuan copa de vino viejo un vinilo heredado de nuestros padres, que sobre un escenario. Así pues, siempre es un placer poder aprovechar la ocasión de ver un buen ejemplo del más puro blues rock y lo que es mejor, Made in Spain, algo aún más de agradecer todavía. Concentrados y a la tarea Vucaque ofrecieron un concierto más que correcto y apuntando maneras de crecer deprisa. Tienen aún camino por delante, pero también tienen la meta asegurada si siguen sonando así de compactos, entregados y tan metidos en su actuación y en la ejecución de cada nota y a su vez proyectando esa misma entrega al público. Un público que por desgracia era algo escaso a esas horas de la noche, a pesar de ser jueves, día en el que parece que ya empieza a oler a fin de semana y se levanta un poco la mano en cuanto a los horarios nocturnos…
En ese aspecto, lamentablemente la cosa no habría de cambiar mucho para cuando le tocó a los protagonistas de la noche… Ante no más de 50 personas (y tirando muy por lo alto…) salió Virgil McMahon acompañado de su hermano pequeño Gabriel a la batería y de Jack Alexander Timmis al bajo, a llenar ellos tres solitos el escenario hasta dejarlo pequeño. Independientemente del aforo, este es otro claro ejemplo de ese raro fenómeno de cómo tan sólo tres personas son capaces de lucirse de tal forma que hacen que cualquier escenario quede reducido a un minúsculo cuadradito como si encogiera a sus pies.
Ese mismo escenario en el que una banda cualquiera y sus seis miembros se perderían en el espacio y ni se cruzarían unos con otros como si hubiera un abismo entre ellos… cuestión de espacio? No, cuestión de actitud y de saber hacer.
Este saber hacer ya se lo han reconocido a Virgil, galardonándolo con el premio al mejor guitarrista británico en el European Blues Awards a raíz de su segundo álbum ‘Live At Marshall’.
Virgil y sus ‘acelerados’ no corren, ni saltan, ni se desgañitan… si acaso todo lo más un acompasado y efectivo headbanging, pero no hace falta que hagan nada de eso para provocar al público una importante sensación de subidón y de tenerlo enganchado de principio a fin esperando más bien cuál va a ser la siguiente maniobra que el siguiente tema.
Digo esto porque la tónica del concierto no fue la típica basada en el estricto seguimiento de un setlist, no al menos de la forma ordinaria que solemos ver habitualmente. Se explayaron en la ejecución de cada tema alargándolo en pos de lucir su máximo esplendor tanto a nivel vocal como instrumental, mucho más marcado el segundo con diferencia.
Nada que ver con lo que estamos acostumbrados a oír en sus dos discos, no hubo lugar a cantar todos los temas ni a seguir a pie juntillas los estribillos, pero sí a deleitarnos con cada solo, cada riff y cada pasaje improvisado para la ocasión y que creo muy poco probable que se repita de un concierto a otro, de una ciudad a otra… Si alguien acudió al concierto con la idea de canturrear sus temas al uso, estrofa por estrofa tal y como nos han enganchado sus discos, ya se debió dar buena cuenta de que no iban por ahí los tiros…
Supongo que habrá para todos los gustos, y hay gente a quien le gusta acompañar a la banda cantando sus letras palabra por palabra, pero a veces hay que sacrificar esas costumbres, o saltarnos nuestras rutinas conciertiles por un día en pos de saborear la puesta en escena de una excelente manifestación musical, como es el caso. Qué más da si no canturreamos palabra por palabra si lo que tenemos delante es una actuación verdaderamente extraordinaria…?
Son tres excelentes músicos y saben aprovechar cada instante del tiempo del que disponen sobre el escenario, repartiendo de forma muy equilibrada su protagonismo, con el momento y tiempo adecuado para cada uno de ellos. Ahora con ‘Army Of Three’, su flamante nuevo trabajo bajo el brazo, se pasean por los escenarios europeos sembrando las semillas de lo que tiene toda la pinta de estar llamado a ser algo muuy brillante… así que vamos a regar y a esperar que crezca un poco a ver…
Texto y Fotos: Susana Manzanares.