Foo Fighters tenían todos los números a su favor para desquitarse del mal sabor de boca que dejó a muchos su anterior entrega. Medicine at Midnight no solo es el décimo álbum de la banda de Dave Grohl, sino el disco con el que pretendían celebrar su vigesimoquinto aniversario, si bien sin la parafernalia con la que pensaban adornarlo. Los tiempos se imponen.

Sara J. Trigueros

Tenían —y no los tienen— porque, para empezar, llegaron a la cita con bastante retraso. De haber sido puntuales, Medicine at Midnight debería haber llegado a nuestros dispositivos (analógicos o digitales) como tarde hace dos meses, y estaba previsto para unos cuantos antes. No obstante, tampoco es como para dejarse aguar la fiesta de uno de los grupos más animados del grunge. Hace unas semanas me preguntaban qué le veíamos a los Foo Fighters y creo que por ahí deberán ir los tiros. No es que al guaperas de Dave Grohl le siente mejor una guitarra que las baquetas, es que ya con el homónimo de 1995 le dieron algo de frescura —insisto: algo— a un género trillado por la melancolía y los pensamientos suicidas.

Y ese algo es lo que seguimos encontrando más de dos décadas después, pero en este caso potenciado por el más que probable ambiente festivo que pretendía envolver la efeméride. En los primeros minutos del plástico nos encontramos con un alegre na-na-na-na (vamos, un coro de lo más naíf) salpimentando la vieja conocida fórmula de los riffs alegres en el rock alternativo.

Foo Fighter – Making a Fire

Como toda gran celebración, este Medicine at Midnight también tiene la gran promesa de lo nuevo. Los poco menos de 40 minutos contienen un mayor número de incursiones en otros géneros musicales que cualquier otro título de su discografía. No se trata solo de potenciar la cara más diferenciadora, sino de intentar guardarse en la mano el mayor número de sorpresas posible. Y se puede comprobar que la jugada sale bien cuando escuchamos los cencerros de «Cloudspotter» (aunque por lo demás es una canción bastante convencional) o el ritmo absolutamente discotequero (discotequero de los 90, claro, tampoco vamos a volvernos locos) del tema que da título al disco.

En el lado opuesto, hay algunos cortes que, sin embargo, siguen transitando los senderos de siempre. «Shame, Shame», pese a incorporar algo más de flow de lo normal (Grohl menciona a David Bowie como una de las influencias del disco y no hay motivos para dudar de ello), podríamos haberla escuchado en el One by One. «Waiting of a War» también lo hemos escuchado más de una vez. Es más, si no me falla la memoria, diría que en todos los álbumes hay, como mínimo, algún medio tiempo semiacústico en el que Dave Grohl parece cumplir con una función amable y tranquilizadora (aquí además se incorporan teclados y coros, lo que refuerza ese carácter benigno) antes de dar un quiebro hacia sonidos más cercanos al punk. «Holding Poison» también contenta a quienes esperan encontrar a los Foo Fighters de siempre.

Foo Fighter – Waiting of a War

A pesar de que como disco funciona bastante bien, le quita algunos puntos al conjunto que haya varios temas prescindibles o, cuanto menos, poco inspirados. De un álbum tan breve cabría esperar tensión desde el principio hasta el final, dirección musical, un desparrame de endorfinas… cualquier cosa o una combinación de todas que nos mantenga con los cinco sentidos puestos en la música durante media hora. Y el hecho de no haberlo conseguido provoca que lo sobresaliente se quede en aprobado. O, si queremos huir de la metáfora académica, que lo extraordinario se diluya hasta parecer convencional. Ese es el efecto que tiene gran parte de la segunda mitad: «No Son of Mine» no pasa de querer parecer un homenaje a Motörhead, lo cual (musicalmente) resulta bastante raro, todo sea dicho.

Foo Fighter – No son of Mine

Por último, tanto «Chasing Birds» como «Love Dies Young» son bastante representativas de las luces y sombras del álbum. La primera es una balada bastante lograda, una de las más emotivas que han firmado y que supone un contrapunto más que interesante, ya que es casi el único respiro del disco (si obviamos «Waiting of a War», que tampoco llegaba a serlo del todo). Por otro lado, «Love Dies Young» quizá ejemplifique a la perfección la problemática del aniversario de la que hablaba al principio. Como cierre, es enérgico, y es la típica canción que esperaríamos escuchar en un directo que no va a tener lugar. De hecho, en el último minuto casi puedes imaginarte al estadio llegando a una suerte de clímax que, lejos de producirse, se corta en seco porque, sencillamente, se acaba el disco.

Sara J. Trigueros

Temas:

Making a Fire
Shame, Shame
Cloudspotter
Waiting on a War
Medicine at Midnight
No Son of Mine
Holding Poison
Chasing Birds
Love Dies Young