Hace unos meses asistíamos a la representación sinfónica de una obra de culto y revivíamos un clásico cuarenta años después de su estreno de la mano de algunos de nuestros artistas más polivalentes como Leo Jiménez, Gema Hernández, Tanke “Óscar” Ruiz, el maestro Pepe Herrero y muchos más, sin saber que pocos meses después el destino y el Director Massimo Romeo Piparo y PeepArrow nos guardaban una cita aún más emocionante, esta vez con el protagonista original de la película que encumbró definitivamente a esta obra maestra de la música: Jesus Christ Superstar, de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice  .

Texto: Susana Manzanares
Fotos: Mario López / Margot de Heide

Seis meses después de deleitarnos gracias a la materialización del sueño de Marta García Sarabia, volvíamos a revivir la mítica ópera rock de los setenta y esta vez de la mano de quien se puso bajo la piel de Jesucristo gracias a la obra de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice, por primera vez ante la gran pantalla y cientos de ellas después por los escenarios de todo el mundo a lo largo de casi cuarenta años.

Ted Neeley, el mítico artista que puso la voz a Jesucristo en su adaptación al cine, llegaba a Madrid tras su paso por Barcelona y otros escenarios europeos para demostrarnos durante dos semanas que se puede tener 74 años y seguir sobrecogiéndonos con su representación en una de las mayores y más completas obras de la música contemporánea.

Aunque inicialmente nació como una ópera rock grabada con la voz de Ian Gillan y llevada a los escenarios de Broadway poco después en el año 1971, no llegó a dar el salto fuera de América hasta 1973 cuando en forma de película musical alcanzó verdaderamente los ojos y oídos del gran público y traspasó las fronteras obteniendo un éxito sin precedentes por todo el mundo, aunque no exento de cierta polémica e incluso censura debido a la propia naturaleza del tema.

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Fue un lujo contar con la presencia de Ted Neeley

Dejando a un lado el aspecto religioso, esta obra ha sido considerada durante décadas como un referente no sólo en el género del musical, sino como una de las principales referencias entre las denominadas Operas Rock, en plena emergencia durante las décadas de los 60’s/70’s, cogiendo el testigo de sus predecesoras Hair o Tommy de The Who que marcaron e influyeron a varias generaciones de fans.

Esas generaciones también han crecido escuchando Jesus Christ Superstar y gracias a la magia del cine han podido vivirlo en imágenes, lo cual es infinitamente más descriptivo. Imposible no meterse a través de la pantalla y recordar cada detalle… esos arreglos, esas sucias guitarras, esas coreografías, las localizaciones, la visceral interpretación de todo el elenco y por supuesto, de Ted Neeley y su maravillosa voz tantas y tantas veces escuchada al cabo de los años bajo la piel de Jesús y poniendo la nuestra de gallina…

  

Nick Maia nos dejó a lo largo de la noche momentos brillantes y emotivos

Por primera vez y sólo durante dos semanas todos esos nostálgicos teníamos la oportunidad de ver a aquél Jesús de Nazaret que escuchábamos de niños, un Jesús con unos cuantos años más pero ni un ápice menos de carisma y representando una vez más el papel por el cual será recordado para siempre.

Durante dos horas Ted Neeley nos invita a acompañar a Jesús en los últimos días de su vida, desde su llegada a Jerusalén hasta su crucifixión a través de una historia tan deliciosa como amarga.

Recreado en un teatro, toda la escenografía de la obra se limita a lo que pueda dar de sí los metros cuadrados del escenario, a los que sacaron todo el partido con una cuidada recreación a base de una gran escalinata principal a la derecha, una parte central y delantera para el cuerpo de baile y actuaciones principales, y a la izquierda cuatro grandes columnas sobre una plataforma giratoria que también albergaba a los músicos, quienes realizaron una actuación impecable de principio a fin, todo ello bajo un juego de luces espectacular y complementado con un acertado atrezzo y vestuario replicando fielmente la estética hippie de la película.

  

El cuerpo de baile de la obra recreó el ambiente de la película de forma muy fidedigna

Me estoy dando cuenta de lo difícil que es narrar algo con objetividad cuando se es tan fan y se lleva una vida esperando un momento como este, pero se hace lo que se puede…

Los dos actos en los que está dividida la obra pasaron como suspiros, desde el momento que se hace el silencio y suenan los primeros acordes de la Obertura enlazando con la impresionante primera interpretación de Nick Maia como Judas en Heaven On Their Minds, dando vida al personaje de mayor peso interpretativo en la obra, aparte del propio Jesús cuya aparición en el escenario levantó la ovación de todo el teatro, y que nos dejó a lo largo de la noche momentos brillantes y emotivos.

El cuerpo de baile, presente en cada pieza correspondiente emulando la coreografía de la cinta, además albergaba el resto de las voces co-principales entre las que se encuentra la figura de Simón Zelotes interpretado por Giorgio Adamo.

Sobre un elenco de artistas italianos casi en su totalidad, destaca el papel de Simona Di Stefano como María Magdalena en ‘Everything’s Alright’, ‘I Don’t Know How To Love Him’ y sobre todo en la menos conocida y reconocida ‘Could We Start Again, Please?’ en la que comparte letra con un apóstol Pedro interpretado por Mattia Braghero para sumarse el resto de coros al final… sobrecogedora…

  

Vivimos un gran cúmulo de emociones durante toda la noche

El soberbio tándem Caifás/Anas (Francesco Mastroianni/ Paride Acacia), otro de los puntos fuertes en la obra –cual no lo es?-  en ‘Jesus Must Die’ o ‘Damned For All Time/Blood Money’ junto a un atormentado Judas, recrean parte de la sección de los ‘malos de la película’ junto a Pilatos y Herodes (Andrea Di Persio y Salvador Axel Torrisi), el primero magnífico y el segundo destacando por su versión del Herodes del cine con una interpretación fantástica mucho más loca y de estética drag queen.

Momento tras momento a cual más especial, sin embargo, la pieza clave, en esta y todas las representaciones que haya podido haber y habrá, será siempre ‘Gethsemane’. El tema mismo en sí es suficiente para definir por sí sólo lo que la música puede llegar a transmitir.

Con el propio Neeley sin el esplendor de entonces y la potencia que le permiten sus 74 años pero interpretándola de forma casi tan espiritual como el propio papel que representa, acercándose muy lentamente hasta quedar arrodillado ante el público enmudecido y con la toda luz en la sala que un gran foco blanco sobre él, es algo que servidora y cada uno de los que asistieron difícilmente podrán olvidar, esa y todas las actuaciones de una noche para el recuerdo.

  

Texto: Susana Manzanares
Fotos: Mario López / Margot de Heide (tres primeras fotos)