Llegaba al recinto a la hora de comienzo del show de Stravaganzza, que iniciaba
la sección metalera del último día del festival. El conjunto madrileño, ataviado
por sus vestiduras y su maquillaje llamativo, salía junto a sus ayudantes (un
violinista, una bailarina y una corista) para entretener a un público no demasiado
numeroso, demostrando que la intención del festival no era tan ‘heavy’ y que
a la fiesta de la noche anterior la acompañaba su secuela resacosa.

Aún así, con mucha profesionalidad Leo, Pepe, Carlos y Patricio se entregaron
a sus fieles, desafiando al público más extremo con su ya perenne versión del
«Hijo de la Luna» de Mecano, al igual que tocaron los temas que nunca faltan
en su set list: «Dios», «Miedo», «Pasión»… y, como regalo por la especial
ocasión (no siempre uno comparte cartel con ellos), nos deleitaron con una versión
muy ‘stravaganzza’ del «Ni más ni menos» de Los Chichos. Como siempre, estuvieron
muy entretenidos para aquel que los aprecie, aunque se nota que Leo no disfruta
tocando a las 12 de la mañana, cosa que no haría con su antigua formación.

Los siguientes en subirse fueron Silver Fist, que tuvieron la suerte de contar
con tanto sus seguidores en el público, como con los de Muro (culpa de Silver)
y los de Skizoo (esperando fielmente a su posterior actuación), por lo que el
recinto estaba un poco más lleno cuando Silver y los suyos comenzaron su descarga.

Repasaron sus dos álbumes ligeramente, el tiempo no daba para más, pero no
faltaron «Ten Más Valor», «El Predicador», «Lágrimas de Sangre» o «En Llamas»,
aunque esta vez no tocasen una versión de Muro, tan habitual en sus actuaciones
corrientes, supongo que Silver ya tuvo suficiente Muro la noche anterior.

Y el «ExtreMetal» acababa con la actuación de Morti y sus Skizoo, que comenzaron
fuertes y con una respuesta cada vez más sonora. Con un Dani especialmente lúcido
y un sonido francamente bueno, empezaron a caer sus temas: «Sólo Tú», «Partir
de Cero», «Nuestro Elixir», «No me dejes solo», «Habrá que olvidar»… y olvidándose
de su deber, el redactor escapó del sol abrasador para ir a refrescar un poco
la garganta. Sin duda, esas horas deberían estar vedadas al trabajo. Morti,
como siempre, con su pose agresivo, anotó un punto a favor del conjunto, al
que guiaba siguiendo esa línea de dureza que tanto los caracteriza.

Tras Skizoo vino Fe de Ratas, un emblema del punk rock nacional más ligero,
sin dejar de ser de los más comprometidos. De su actuación, resaltaron los clásicos
«Hasta la Victoria Siempre» y «Miami’s Way of Life», que sirvieron como un aperitivo
perfecto para la actuación de uno de los gigantes del punk ‘patatero’ internacional:
Piperrak. Más que su música, era su presencia la que atrajo a todas las crestas
del festival, que organizaron uno de los pogos más brutales del festival, al
compás de «Enamorado de una Botella», «Txus» y otros temas estandarte de la
banda.

Dr Sapo, Quique González, Burning, La Excepcion y Macaco constituían dos grupos
importantes de bandas en el festival: Los grupos más alternativos de los 3 días,
que por esa razón eran foco de atracción, y los grupos a los que el redactor
no vio, y, en vez de inventarme sus actuaciones, pido perdón a quienes esperaban
leer algo de ellos, aunque dudo que Quique González sea un cantautor muy reclamado
por los lectores de Metal Symphony. Si es de manera distinta, pido perdón de
todas formas.

Albertucho, cantautor andaluz en la línea musical de Marea, Sínkope, Poncho
K y, si me apuras, Extremoduro, salió a disfrutar de un lleno absoluto en el
recinto hípico, donde interpretó sus temas más conocidos, sin llegar a ser comerciales
como llegan a ser en muchos casos. Pero el lleno absoluto, más que por Albertucho,
se debía a la actuación de los Inconscientes, o en otras palabras, Extremoduro
menos Iniesta más Calvo, liderado por un Uoho deslumbrante (y no me refiero
al fuego de su cigarro siempre presente) y a las intervenciones de uno de los
poetas más queridos por los rockeros nacionales: Manolo Chinato.

Tocaron temas de Extrechinato y Tú, Los Inconscientes, Platero y Tú y Extremoduro.
Las intervenciones de éstos dos últimos fueron sin duda las más coreadas, si
no del festival, de su actuación. Fueron nada más y nada menos que 2 clásicos
de Fito y los suyos, «El Roce de tu Cuerpo» y «Hay Poco Rock n Roll», y uno
de los de Robe Iniesta, «Ama ama ama y ensancha el Alma», que se encargó de
cerrar la descarga, con ese guiño incorporado del «Si Tú te Vas» de Platero
y Tú. Destaco la actuación de Calvo, que, sin ser el líder audiovisual de la
banda, encarriló al público con mucha maestría y calidad. Uoho, que empezó un
poco frío y técnico, no tardó en perder los papeles, y de manera ‘inconsciente’
fraguó una actuación increíble, agitándose frenéticamente de un lado para otro
mientras improvisaba genialidades que no dejaron indiferente a ni uno de los
presentes, que se dejaban llevar por el momento y dejaban caer sus mandíbulas
con asomo. Y quien no estaba flipando, estaba saltando. Y quien no estaba saltando,
esta llorando de emoción. Sin duda, emoción es la palabra que mejor describe
la actuación más esperada del cartel.

Por eso mismo se quedaron pequeñas las descargas de Rosendo, siempre en su
línea, desde su inicial «Agradecido» hasta el último compás de «Maneras de Vivir»,
como el fiesteo de Los Delinqüentes, o la sesión punk-ska de Banda Bassotti
y de The Toy Dolls, otro reclamo más para la colección del público punk y skin
de Cáceres.

La mayor lástima del festival me la dio el no haber estado presente en la
actuación de los Chichos, que confeccionaban el punto de vista más surrealista
del festival. Lo que me recordaba en todo rato a la triste actuación de Jon
Oliva en Gernika el verano anterior (cualquiera se levanta a las 5 de la madrugada)
se cayó en el momento en el que me dijeron que Los Chichos disfrutaron, no sólo
de un lleno absoluto, sino que del público más variopinto de las 4 jornadas:
heavies, punkies, hippies, rockeros, poperos, raperos… todos se congregaron
para disfrutar de la actuación del trío nacional para despedir al festival de
la mejor manera posible (y, en mi caso, inimaginable), demostrando que la música
no distingue entre melenudos y rapados, rastafaris y cresteros, sino que de
gente que disfruta del momento y gente que se conciencia de que trabaja al día
siguiente. Pena de mí ser del segundo grupo.

Texto y fotos: David J.Amelang

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