La madrileña sala Shoko fue la elegida para albergar lo que prometía ser una gran noche de rock progresivo. El combo The Flower Kings + Karmakanic no era para pensárselo demasiado, y hacia allí nos encaminamos la calurosa tarde del domingo.
Texto : Alberto López
Fotos: Mario López

La poca gente que había en la cola presagiaba un concierto “en familia”, como así terminó siendo, porque aunque posteriormente fue acudiendo más gente con cuentagotas, la verdad es que la asistencia no fue excesiva, ni mucho menos. Algo que no influyó en las actuaciones y no impidió disfrutar a los asistentes, aunque más de uno saliera con un sabor agridulce en la boca, principalmente por dos motivos que enseguida detallaremos.

Pasadas las 19:30, las luces bajaban su intensidad y salían a escena Karmakanic, encabezados por el bajista Jonas Reingold (miembro también de The Flower Kings), quien nos dedicó un “¡Hola!, ¿Cómo están?” para acto seguido tomar asiento en un taburete a la izquierda del escenario, mientras sus compañeros Lalle Larsson (teclista) y Göran Edman (vocalista) hacían lo propio al frente de éste y Jonas los presentaba. Y este fue el primer motivo que nos contrarió un tanto. Cuando esperábamos que siguiesen saliendo los miembros pronto caímos en que no iba a ser así, que Karmakanic harían acto de presencia en formato de trío semi acústico y que no podríamos disfrutar de todo el esplendor de la banda al completo.

Y sin más dilación comenzaron con “The Spirit Remains The Same”, con ese principio lento y evocador a piano y bajo y esas preciosas melodías vocales. Cuando parecía que habían terminado, y la gente comenzaba a aplaudir, se metieron de lleno en una improvisación, rozando el jazz rock. Fue la primera de varias improvisaciones, algo en lo que se recrearon demasiado y que por momentos nos dio la sensación de que estaban ahí para hacer tiempo, vacilando con sus instrumentos, y poco más. Eso sí, con muchas maestría, todo sea dicho.

Era momento de los casi veinte minutos de “Send A Message From The Heart”, la cual alargaron incluso más con otra improvisación. Aunque en formato trío sonase diferente, el nivel de los tres músicos rozaba la perfección. En esta casi media hora tuvo cabida de todo, intensidad y melancolía, grandes fraseos de bajo y piano, un gran intercambio de pizzicatos entre Jonas y Lalle hacía la mitad del tema y un gran duelo, también entre ambos, de corte jazzero en el que Lalle imitaba el sonido de la trompeta con sus teclas. Pura técnica y feeling.

En “Where Earth Meets The Sky”, Reingold se grabó con su pedal mientras tocaba la base para acto seguido lanzarla a modo de loop mientras soleaba por encima. Una delicia la técnica demostrada, aunque la improvisación se les fue un poco de las manos cuando el propio Reingold se puso a hacer diferentes ruidos por el micro que también eran grabados y relanzados creando una original amalgama de sonidos. Cuando pidió una cerveza y la utilizo a modo de instrumento de viento la genialidad, el talento y la tomadura de pelo se dieron la mano por momentos.

Lo siguiente en caer fue un fragmento de “1969”, donde en uno de los magníficos duelos con Lalle, Jonas falló un par de notas. Ambos rieron sin parar de tocar complejísimos pasajes demostrando sus tablas y su sobrada técnica una vez más. Cuando terminaron, Reingold le dedico un “la madre que lo parió” a Larsson, que provocó las risas de los presentes. Entre medias Göran se encargó de demostrarnos su técnica, versatilidad y feeling, sonando muy épico por momentos, negro incluso por otros. “Wheel Of Life” y “When Fear Came To Town” fueron las elegidas para cerrar, subiéndose en esta última sus compañeros de The Flower Kings al escenario, y sonando, por fin, como pensábamos que sonarían todo el concierto. No fue un mal show, ni mucho menos, pero no era lo esperado. Además del formato, se perdieron demasiado en improvisaciones que a la larga terminaron por parecer excesivamente similares. Aún así fue un auténtico placer verles tocar.

Poco tiempo tuvimos que esperar para que las luces volvieran a perder intensidad y empezara a sonar una intro de corte operístico, larga y muy épica, como si de una banda sonora se tratase. Los integrantes fueron saliendo, encabezados por Roine Stolt y, otra vez, el virtuoso Reingold. Directamente se colgaron sus instrumentos y dieron comienzo a “Tower One”, el corte que también abre su último álbum, “Desolation Rose”. Aquello ya era otra cosa. Con un sonido nítido y contundente, el gran hacer de todos y cada uno de ellos extasió al público inmediatamente.

Casi catorce minutos donde el brutal sonido del Rickenbacker de Reingold, los magníficos brakes de batería de Lehrmann, los solos de Stolt y Bodin y las melodías vocales de Fröber, quien salió ataviado con una chupa con la bandera británica que pronto se tuvo que quitar debido al calor, hicieron las delicias de los allí presentes. El manejo de la dinámica y la intensidad por parte de todos los integrantes del grupo fue absolutamente magistral, ya no solo en este tema, si no durante todo el concierto.

Tras una gran ovación, y un breve “Thank You!” por parte de Stolt, prosiguieron con “Desolation Road”, también de su último lanzamiento. El principio recuerda a un híbrido entre Yes y Genesis. El sonido seguía rozando la perfección y los grandes arreglos de guitarra y teclados nos dejaban sin aliento. Como sin aliento nos dejó una base rítmica absolutamente virtuosa y demoledora, que durante el solo de teclas, se marcaron unas contras memorables. Y ya que estábamos sin aliento el solo final de batería de Felix Lehrmann nos dejó sin palabras y se llevó otra gran ristra de aplausos.

Llegó el momento de dirigirse al público por primera vez, y tras intercambiar algunas frases afrontaron un medley compuesto por tres de sus grandes temas: “Stardust We Are”, “Big Puzzle” y “Garden Of Dreams”. Fue una gran y larga orgía sonora, en la que pasaron por momentos para todos los gustos y sensaciones. Desde el comienzo reconocible de los arpegios de teclado, pasando por momentos en que las grandes líneas de bajo contrastaban con la sobriedad de las guitarras o estrofas de gran sutileza en los detalles de las que nos sacaban del ensueño la taladradora caja de Lehrmann y el bordón de Reingold, hasta partes mucho más contundentes donde incluso Fröber se unía a la percusión tocando la pandereta. Por momentos las melodías vocales recordaban a Genesis o a grupos algo más accesibles como Mike & The Mechanics.

Llegados a este punto, y habiendo estudiado sus anteriores set list antes de acudir al concierto, me extrañó que atacaran el medley tan pronto, pero lo achaqué al típico cambio de orden de los temas para no repetirse. Más tarde nos daríamos cuenta de que esa no era la razón, pero no adelantemos acontecimientos.

El contundente comienzo de “Numbers” llegó tras otra gran ovación. La parte instrumental fue un auténtico deleite, y nos volvieron a asombrar con su manejo de la dinámica, con un gusto y una facilidad aparente que asustaba. Reingold, para este tema, hizo uso de otro de sus juguetitos, un pedal que activaba los subgraves de su bajo cuando era pisado. Esto le dio un grandioso sentido a su solo, golpeándonos el pecho con las bajas frecuencias cada vez que lo activaba. Tanto la parte más suave e intima como la más rockera y contundente sonaron de autentico lujo, arrancando una vez más los aplausos del respetable, que veía sus temores confirmados cuando Stolt presentaba a la banda y se retiraban a los camerinos.

Las esperanzas de que únicamente hubiese sido un cambio en el orden de los temas se esfumaron y empezamos a comprender que, como pasa siempre últimamente, la sala después tenía que abrir como discoteca y el horario mandaba, teniendo que recortar el set list de alguna manera, hecho que se confirmó después.

Ya con esto asumido nos dispusimos a disfrutar del bis, o los bises, que nos quedaban. Por suerte fueron dos, y el primero en caer fue la versión del “Soon” de los míticos Yes. Grandísima interpretación en la que los teclados de Tomas Bodin fueron clavados a los originales grabados por la banda británica, y la guitarra de Stolt simuló casi a la perfección a Steve Howe y su slide.

Para terminar subieron los componentes de Karmakanic, y todos juntos encararon el último tema de la noche. Fue otra versión, y de otros grandes: Genesis y su “The Cinema Show”. Muy buena versión también que se marcaron, aunque algo inferior a su predecesora. Göran, con el que minutos antes pudimos charlar un poco y nos comentó que estaba fastidiado de la garganta, sufrió en algunos momentos con los tonos más agudos y los teclados no guardaron excesivo parecido con los originales de Tony Banks. Esto por poner algún pero a una actuación de notable alto, que cuando alcanzó la parte más enrevesada del tema, a la que dan paso las teclas, hizo vibrar a la audiencia como en pocos momentos vimos durante el resto de la noche.

Y así acababa, con todos los músicos de la noche sobre el escenario despidiéndose, un concierto y una velada que por lo comentado anteriormente nos dejaba un sabor agridulce. Por una parte las interpretaciones fueron escandalosamente buenas, pero por otro el asunto de Karmakanic en formato trío y, sobre todo, que The Flower Kings no tocasen todo lo que tenían que tocar empañó un poco todo. Me sigue pareciendo vergonzoso que la permisividad en horarios y recintos tenga una doble vara de medir según se trate de un estilo u otro, de unos artistas u otros, y que en una ciudad como Madrid no haya salas de conciertos, que se puedan extender en horario y no dependan de otros espectáculos posteriores, teniendo que reciclar discotecas, que la gran mayoría no están del todo preparadas técnicamente, para tal efecto.

Texto : Alberto López
Fotos: Mario López