Las expectativas se cumplieron a medias. Una mala noche en cuanto a sonido
se compensó con creces gracias a la profesionalidad de los grupos y a la buena
predisposición y paciencia de los allí reunidos. A la hora en la que debían
de abrirse las puertas no más de 30 o 40 personas esperaban en la entrada de
la sala. Afortunadamente, para cuando Westfallenpark hicieron acto de presencia
sobre el escenario, una hora más tarde, el apecto de la sala era ya bastante
presentable.

Era la primera vez que veía tanto a Westfallenpark como a Embellish, resarciéndome
en parte por no haber podido estar en el Dark Meeting Day al que tanto me hubiera
gustado asistir. Westfallenpark fueron los primeros en saltar al escenario.
Su propuesta gothic/doom, con momentos algo más endurecidos en algunas partes
o en una onda más heavy en otras, parecía bastante acertada para la noche. Desde
mi posición, a la izquierda del escenario y entre las primeras filas, apenas
se oía una de las guitarras y el teclado, pero canciones como «Scars in the
sand», «Alive in my heart», o «Nothing but memories» dejaron un buen sabor de
boca, con una ejecución correcta, aunque en este sentido creo que pueden mejorar
bastante más, y siendo los más destacados, en mi opinión, el batería y su vocalista,
que por momentos me recordaba a Vibeke Stene de Tristania.

Otro punto a mejorar tal vez sea la puesta en escena ya que se les veía algo
estáticos y fríos, y ni siquiera la versión de Within Temptation del ya clásico
Ice Queen logró animar del todo al público. Cerraron con «Fallen angels», probablemente
la canción más heavy de la noche, con algún pequeño toque progresivo, en un
estilo muy similar al que vienen practicando Ebony Ark.

Media hora después hacían su aparición sobre el escenario los catalanes Embellish
con su rock gótico, inspirado en el buen montón de bandas que nos llegan desde
Finlandia. Como ya comenté al principio, el grupo cuenta ya con una buena base
de fans y éstos se hicieron notar, aportando al concierto algo más de calor.
A pesar de algunos problemas iniciales con guitarra y bateria, de hecho en alguna
ocasión tuvieron que parar un par de minutos, el sonido creo que fue mejor que
el de sus predecesores (aunque como siempre la percepción varía según la posición
desde donde se escuche). Al menos sí que puede decirse que sonaron más compactos
y contundentes.

Se les nota más compenetrados, activos y con muchas más tablas que a sus compañeros
Westfallenpark, lo que no deja de ser lógico ya que llevan más años pateándose
los escenarios. Un magnífico frontman, unos guitarristas competentes y con mucho
feeling (me gustaron especialmente algunos de los solos de Marcos), unos efectivos
teclados y una batería contundente hicieron las delicias de muchos de los presentes.
Mencionar que los teclados iban grabados, lo que en mi opinión siempre resta
algo de credibilidad a los directos, aunque en este caso tampoco es que se echara
de menos la presencia de un teclista.

Ocho fueron los temas que desgranaron Embellish, alcanzando casi la hora de
concierto, y cerrando con la emotiva «Falling» que, personalmente, fue de las
que más me gustó.

Y por fin, tras unos largos minutos de espera, cuarenta para ser exactos, Liv
Kristine, enfundada en el archiconocido vestido rojo que ha usado para las portadas
de sus tres últimos lanzamientos, y sus chicos aparecían en el escenario y comenzaba
a sonar la intro «Vinland Saga». Para entonces la gente había empezado a agolparse
en las primeras filas, dejando la otra mitad de la sala prácticamente vacía,
con lo que servidora, ante la presencia de alguna que otra histérica fan más
propia de un concierto de los Backstreet Boys que de un buen concierto de metal,
dejó las primeras filas para irse a la parte trasera de la sala.

Tras la intro, al igual que en el disco, el grupo atacaba con «Farewell proud
men», que sonó bastante contundente, siguiendo con «Ocean’s way», sin duda una
de sus mejores canciones y que quedó algo deslucida por el mal sonido, excesivamente
ruidoso, que ya entonces empezaba a dar problemas. Los instrumentos apenas se
distinguían entre ellos, y menos aún la voz de Liv. Al acabar la canción, un
parón de unos 10 minutos y Liv anunciando que «allí no funcionaba nada», nos
puso a todos algo nerviosos ya que parecía que en aquellas condiciones no se
podía seguir. Tras la tensa espera, que el grupo trató de amenizar con extractos
de algunas canciones (de Bon Jovi o de la película Pulp Fiction entre otras),
anunciaban que seguirían a pesar de todo.

Con cara de circunstancias y algo incomodos durante las siguientes canciones,
continuaron con la preciosa «Tale of the sea maid», para después dejar caer
una de las canciones de su reciente EP, precisamene la que le da título: «Legend
Land», con un sonido otra vez algo amagalmado, pero con una Liv Kristine y un
Alexander Krull muy simpáticos y sonrientes en todo momento.

Al terminar Legend Land de nuevo hubo un pequeño parón en el que Liv se deshizo
de su «pinganillo» ya que, después de todo, el grupo ni siquiera podía oirse,
gritó un «que les den a los técnicos» y preguntó a la audiencia si querían que
el concierto continuara en esas condiciones, a lo que, sobra decir, todo el
mundo respondió con un sonoro «sí». Así pues, siguieron con «Into your light»,
que fue de las que más me gustó, «The thorn» y la calmada «For Amelie» que Liv
dedicó a su hijo Leon.

Llegó en ese momento un guiño inesperado a su single Elegy, ya que tocaron
«Senses capture» de corte algo más popero y en el que por fin se pudo ver a
la Liv Kristine a la que estamos acostumbrados. Y tras la calma llegó la tormenta
ya que inmediatamente después descargaron «Temptation», con Alex Krull mucho
más metido en el concierto y que junto a Thorsten Bauer, por fin se decidió
a hacer los clásicos «molinillos» a pesar de lo reducidísimo del escenario.
Continuando con las canciones más poderosas de su discografía tocaron la genial
«Solemn Sea», que en mi opinión fue de lo mejor de la noche y que Liv y Alex
sellaron con un pequeño beso para regocijo del respetable. La complicidad entre
ambos es realmente envidiable.

Tras «Solemn Sea» el grupo se toma unos segundos en los que suben
y bajan las escaleras para hacer un remedo de bis y continuar con otra preciosa
canción, que personalmente no esperaba que tocaran: «Norwegian lovesong». Al
terminar, de nuevo suben las escaleras y, esta vez haciéndose de rogar un poco
más, vuelven al escenario para tocar la última canción de la noche, la ineludible
«Elegy».

Así pues, una actuación de poco más de una hora y cuarto y un set-list en
el que eché de menos canciones que podrían haber sido muy efectivas en directo
como «The dream» (que de hecho fue de lo mejor en su anterior visita) o «New
found land».

Y nada más finalizar el concierto, Leaves’ Eyes al completo bajaron a la pista
para firmar y hacerse fotos con los fans y seguir demostrando su simpatía y
amabilidad. La más asediada, como se puede imaginar, fue la gran y encantadora
Liv; todavía con su vestido rojo y asfixiada de calor, pero con una eterna sonrisa
en la cara atendió absolutamente a todo el mundo, lo que le llevo fácilmente
media hora.

En definitiva, una larga noche (más de 4 horas entre unas cosas y otras) que
dejó un sabor agridulce: mal por el sonido pero un diez por la simpatía y ganas
que demostraron tanto la bandas como el público, que como ya dije esperó pacientemente
y sin un solo silbido o grito de desaprobación las esperas entre grupo y grupo
y los diversos parones tratando de arreglar los problemas surgidos a lo largo
de la noche. Una verdadera lástima no haber podido disfrutar de nuevo de la
demostración magistral de la que hizo gala Liv hace dos años y del potente chorro
de voz de Alexander en toda su plenitud, pero así son las cosas. Ya vendrán
futuras ocasiones, que esperemos sean en otras salas que puedan acoger conciertos
de estas carácteristicas, ya que estoy segura de que el grupo acabó gratamente
sorprendido con la reacción del público

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Texto: Laura Martín
Fotos: Leticia Ballester