No podía más, me retiré agotado por tanto buen concierto al que había asistido. El camping se me antojaba como un hotel de cinco estrellas por el cansancio acumulado y por lo vivido durante la jornada. Solo podía decir una cosa: ¡mañana más Resurrection Fest!

Texto: Alex Hidalgo
Fotos: Miguel Viguera

¡Dios salve a la Reina! Ante nosotros una frase muy inglesa (tanto que da nombre a su himno) que indica la relación que el pueblo tiene con su monarquía. Dejándonos el protocolo en casa, propongo otra frase parecida: ¡Dios salve al clima atlántico! Si, enserio, después de cruzar toda la Península Ibérica fue un regalo de dioses el clima de allí. Si hay algo que identifique al Resurrection Fest, aparte de su cartel, es su clima y el terreno donde se hace. Pude cargar mi energía y prepararme para lo que se avecinaba.

Quiero hacer una advertencia antes de empezar a contar mis batallitas: si esperáis leer la típica review donde se dice que X grupo tocó Y canciones dejad de leer. Quiero mostrar una cara diferente de lo vivido donde lo que importa es el sentimiento humano. Os podéis preguntar: ¿no hablarás de los aspectos técnicos de las actuaciones? Si, pero no me voy a centrar en ello porqué quién fue al festival gallego fue a disfrutar, no a sacar las vergüenzas musicales de cada banda.

Sin más preámbulos nos tele transportamos a Viveiro con un breve recordatorio a la edición pasada al son tenaz del bajo de Lemmy y sus Motörhead. Con ellos se abrieron las puertas del infierno y la gente que se agolpaba para entrar, yo entre ellos, empezó a explorar nuestra nueva casa.

Hora de la música: con Viva Belgrado y su chillido desde el alma empecé a ver bandas. Dieron un concierto donde rompieron los dulces montes que rodean Viveiro con sus screams; un concierto profundo que gustó a los fans allá reunidos. Cambiamos de escenario para ver a Persefone; con un sonido made in Andorra, los del país de los Pirineos se enfrentaron a un sonido deficitario inicial, lo solucionaron y demostraron que géneros tan diferentes como el progresivo y el metalcore/hardcore pueden ir de la mano. Su virtuosismo divirtió y estuvo a la altura del progresivo de Tesseract, maestros del su género y un nombre cada vez más grande por conciertos como el del Resurrection.

Al acabar el momento “prog”, tocaba ver metal extremo con Wormed y su poderoso brutal death metal. La banda de Madrid es de las más representativas a nivel internacional que tenemos en nuestra cantera. Con su recién trabajo “Krighsu”, publicado por la toda poderosa Season of Mist, dieron un concierto que dejó sin cervicales, lleno de un doble bombo demencial y energético que solo se vio interrumpido por el final del concierto. Malditos horarios pensarían unos, pero la tarde continuaba con una múltiple oferta. Mi elección era clara: Crisix; un público numeroso se agolpaba a lomos del Chaos Stage para ver a los catalanes. No decepcionaron: entre la pedida de mano de Juli (cantante de la banda) a su novia (que tuvo respuesta positiva para la alegría de todos), la entrañable aparición de los Resukids, la madurez que cosecha la banda y ver lo bien que sonaron las canciones de su último disco como “Conspiranoia” o “The Great Metal Motherfucker”, sin olvidarme de sus grandes temas como “Bring ‘em To The Pit”, dejaron una profunda marca dentro del pequeño pueblo gallego y los elevaron a la altura del mismísimo Poseidón.

Después del poderoso concierto de Crisix, fui a cenar mientras tocaban Bad Religion para cargar fuerzas y disfrutar del atractivo concierto que se veía venir con Rotting Christ. Los de Grecia editaron un excelente trabajo llamado “Rituals” y ver su posible interpretación me atraía. Con un sonido y una garra de nivel maestro Pokémon Go, los helenos dejaron un setlist variado que cautivó a todos los asistentes y dejó con ganas de más. Cuando acabaron llegaba uno de los momentos más esperados de la noche y como si se tratase de la doble cara de una moneda, una banda amada y odiada por igual hizo acto de presencia.

Bring Me The Horizon salieron al escenario dominándolo como ningún grupo lo había hecho hasta entonces. Lucieron un espectacular sonido, a ello se le suma un juego de luces que hipnotizó a los presentes y un metalcore/metal alternativo accesible con temas como “Happy Song” para dejar a los amantes de la música con un sabor dulce.

Muchos les recibieron con una peineta pero bueno, han hecho cosas para merecérselo. Después de la sorpresa que fueron los ingleses, Italia hacia acto de presencia con uno de sus mejores embajadores: Fleshgod Apocalypse. Fue una actuación que fue de menos a más; un tanto irregular fruto del sonido y un setlist con canciones demasiado lentas como “Cold as Perfection” para un festival. Para nuestro júbilo “The Violation” animó y fue gratamente recibida con los primeros compases de la canción. Mala suerte para los italianos, con “The Forsaking” dijeron adiós a un concierto irregular.

No había tiempo para lamentase, el cabeza de cartel de la jornada iba a hacer acto de presencia y nos debíamos preparar para ello. El crecimiento de Volbeat está siendo imparable, ya es una realidad que los daneses es una de esas bandas llamadas a estar en ese relevo generacional que cada vez es más necesario. Por ello y por pura intriga, multitud de curiosos se acercaron a ver la maquinaria de Michael Poulsen y lo suyos mientras presentaban su nuevo trabajo “Seal The Deal & Let’s Boogie”. Hubo canciones para todos los gustos: nuevas como “For Evight”, sonando de lujo; clásicos de la banda como “Lola Montez” o “Heaven nor Hell”, que provocaron un tsunami de eyaculaciones entre los fans; la emoción del recuerdo nos invadió con “Fallen” y liberamos una cantidad de adrenalina inimaginable con “The Mirror and the Reaper”. Sus fans quedaron encantados, no hay duda; pero los curiosos que se acercaron a verles les faltó algo. Posiblemente fue ese momento para decir vale, entiendo porqué están creciendo tanto… pero no, no hubo ese momento. Correcto concierto de unos Volbeat cada vez más alejados de su sonido inicial e inmersos en una etapa comercial. Ella les abrirá muchas puertas y les dará un estatus reconocido en todos los rincones del planeta, a ver hasta cuando dura la fiebre danesa.

La jornada estaba en sus últimos suspiros con nombre propio: Brujeria. Los cabrones dieron una lección de revelida contra todo lo establecido. Sin esconderse ante nadie, como por ejemplo esa especie de guerra que tuvieron contra Volbeat, plagaron un show de energía con su característica personalidad. Machacaron y nos hicieron irnos a la cama acordándonos del candidato republicano a la Casa Blanca.

No podía más, me retiré agotado por tanto buen concierto al que había asistido. El camping se me antojaba como un hotel de cinco estrellas por el cansancio acumulado y por lo vivido durante la jornada. Solo podía decir una cosa: ¡mañana más Resurrection Fest!

Texto: Alex Hidalgo
Fotos: Miguel Viguera