Según el prisma con el que se mire, un vaso de agua puede estar lleno o vacío y la diferencia está clara pero ¿cual es la diferencia entre medio lleno y medio vacío? La percepción personal. Veamos…

Texto: Marc Gutiérrez
Fotos: Edko Fuzz

Uno de los grandes carteles del año pasaba por Barcelona envuelto en polémica.

La escasa venta de entradas anticipadas provocó un cambio de sala a última hora, del Sant Jordi Club a Razz 1, por lo que el público catalán no ha podido disfrutar el mismo espectáculo que ha visto el resto de Europa, incluidas el resto de ciudades españolas. Entrada a precio de Sant Jordi Club, merch a precio de Sant Jordi Club y espectáculo a nivel de Razz 1 ¿lo tomas o lo dejas? ¿se lleva a cabo el concierto o se suspende? A regañadientes, lo aceptamos. Vaso medio vacío.

El concierto empezó prontito, a las 18h25, aunque Razz ya presentaba un gran aspecto. No éramos pocos los que esperábamos a The Halo Effect que, en 35 minutos, sentaron cátedra repasando siete cortes de su disco debut. Pasaban los minutos y cada vez era mayor la sensación de estar reviviendo algo que ya habíamos visto pero casi no recordábamos, una banda de Death Metal sueco sonando fresca, desafiante y añeja. Estos jovenzuelos ofrecieron una lección musical al ritmo de “The needless end”, “Last of our kind” o “Shadowminds”. Aunque el inicio con “Days of the lost” sonó algo embarullado, rápido pulieron esa aspereza y a ritmo de vértigo desarrollaron un concierto en el que no fallaron una sola nota y en el que Patrick Jensen cumplió con creces la ausencia de Jesper Stromblad llevándonos, junto a Peter Iwers, en volandas. Espectacular el trabajo de Daniel Svensson a la batería y Niclas Engelin al bajo dejando la batuta al maestro de ceremonias, Mikael Stanne. Sin duda, lo mejor de la noche. Vaso rebosante.

El problema de los co-headliner tours es que ambas bandas ven recortado su repertorio. Acostumbramos a ver shows de Machine Head de dos horas y media, en esta ocasión quedó reducido a 75 minutos. Los americanos traen nuevo disco bajo el brazo, ‘Of Kingdom and Crown’ con el que quieren regresar a la senda del triunfo después del gatillazo que supuso ‘Catharsis’.

Les costó un suspiro enganchar al público porque “Become the firestorm” sonó atronadora y luego “Imperium” arrasó todo lo que encontró a su paso demostrando lo que ya sabíamos, que Machine Head no fallan en directo. Robb lleva una banda muy solvente en directo con su fiel escudero Jared MacEachern al bajo y segundas voces y Matt Alston a la batería y Vogg de Decapitated a la otra guitarra. Se sucedían los temas y quedaba claro que Robb ha conseguido encontrar la forma de encajar los temas de toda su discografía con una facilidad pasmosa, como si formaran parte de un mismo disco. “Ten ton hammer” es un valor seguro, igual que

“I am hell (Sonata in C#)” que convierte la sala en una olla a presión. La sorpresa fue “Choke the ashes on your hate” que nos hizo olvidar que en otros conciertos la alternan con un clásico atemporal como “Aesthetics of hate” ¡¡¡qué bárbaro!!!

El concierto encaraba la segunda parte con “Darkness within” esa pieza que tienen sobre la depresión y a la que Robb añade un discurso sobre ello para terminar diciéndonos que la música siempre está ahí para salvarnos y para recordarnos que aun alucina cuando ve el video ‘Under siege’ de Sepultura grabado en la misma Zeleste (por respeto obviaremos lo de Razz 1). El único problema que tiene “Darkness within” es que la hacen demasiado larga y el tren de mercancías que estaba a punto de descarrillar se convierte en un cercanías, recortarla un par de minutos podría ser un acierto.

“Now we die” y “From this day” nos vuelven a dar un bofetón y nos devuelven a los Machine Head cañeros aunque debo reconocer que cayeron demasiado tarde en el repertorio. Y cuando ya nos tenían en su mano y hacían con nosotros lo que querían les dio por tocar “Davidian” y “Halo” que fueron las estocadas finales, una explosión de energía, rabia y júbilo entremezcladas. Una salvajada.

Robb Flynn es perro viejo y sabe cómo organizar un concierto para que no le falte ritmo, energía ni excitación y eso es lo que demostró en Barcelona. Esperemos que pronto vuelvan con su set completo. Vaso lleno.

Y llegaban Amon Amarth, esa banda que ha defraudado con su nuevo álbum pese a seguir intentando hacer lo mismo de siempre. Debe ser que le falta algo de espíritu. No obstante, una visita de los suecos siempre es motivo de alegría.

Tras el cabreo inicial por el cambio de sala llegaba el momento de disfrutar y Amon Amarth tienen, a estas alturas, un cancionero casi imbatible en lo suyo. Con “Run to the hills” pregrabado se prepara todo para arrancar la batalla a ritmo de “Guardians of Asgaard” dejando claro ya de entrada la importancia de ‘Twilight of the thundergod’ en su discografía y la poca fe en el nuevo disco pues ya resulta raro no arrancar con ninguna canción del mismo.

La escenografía hasta ese momento se resume en el casco vikingo con la batería en alto con pantallas en los ojos, pasarelas laterales y lanzamiento de humo. Aunque era que ya habíamos visto resultó muy efectivo y visual.

La banda sonaba bien y el respetable, poco a poco, se dejaba llevar. Debo reconocer que esperaba más euforia desde el primer momento. Para cuando llegó “Deceiver of the gods” con un Loki que intenta emular al Eddie de Iron Maiden ya estaba todo el personal totalmente imbuido en la aventura de Amon Amarth. El repertorio reconocía casi toda su discografía pero tenía la sensación de esta viendo un gran concierto de una banda que iba con el freno de mano puesto. Destellos como “The pursuit of vikings” o la novedosa “Heimrun” mantenían la emoción del concierto mientras en “Put your back into the oar” hacían sentarse al público en el suelo para ponerlo a remar en su drakkar. La banda parecía querer poner una marcha más con una brutal “Cry of the blackbirds”, la batalla entre vikingos en “The way of vikings” y una hímnica “First kill” aunque no tengo claro que fuera buena idea colocar a los vikingos en las pasarelas, cual estatuaen “Shieldwall” cuando no habían podido levantar las estatuas hinchables gigantes por falta de espacio.

El concierto terminó con Johan luchando con su martillo de Thor contra el dragón gigante hinchable que desplegaron en “Twilight of the thundergod” aunque todo sin fuego ni pirotecnia pero con un “moltes gràcies, Catalunya” y la bandera catalana en los ojos del casco vikingo. Y así terminó un buen concierto de una banda a la que se le puede y se le debe exigir mucho más porque les hemos visto dar conciertos memorables, independientemente del recinto. Vaso medio vacío.

A modo de valoración global, una vez vistos los tres conciertos en Razz 1, con sus pros y sus contras, es que la experiencia ha valido la pena y que, entendiendo a todas las partes en sus argumentos, este concierto ha sido un acierto. Vaso medio lleno.

Texto: Marc Gutiérrez
Fotos: Edko Fuzz