Slave to the grind. Paren máquinas. Después de 30 años de la publicación del segundo álbum de Skid Row tenemos una buena perspectiva de qué significa este disco. Y se puede resumir en una frase corta, concisa: un disco colosal, necesario, letal, icónico. Sebastian Bach, Dave “The Snake” Sabo, Scott Hill, Rachel Bolan y Rob Afuso parieron 12 canciones entre el 90 y el 91 que son, simple y llanamente, un compendio de como aunar glam y metal para crear una obra absolutamente necesaria para entender el metal, el rock, la música ya no de los inicios de los 90 (antes que el movimiento grunge arrasara con todo).

Marcel Palagós

Después de un debut memorable con el auto titulado Skid Row, los Skids no se demoraron demasiado en componer un listado de temas descaradamente killer, donde no sobra nada, me atrevería a decir que ni una nota. Estamos hablando del primer álbum de metal en alcanzar el número uno de los billboard, casi nada. El sonido derivó en algo más agresivo, más duro, más speedico. Probablemente la amistad con unos Pantera que un año antes habían de lanzado el memorable Cowboys From Hell tenga algo que ver. Estas influencias se pueden observar en las afiladas guitarras que recuerdan a las del maestro Dimebag Darrell.

Además, tiene el honor de tener dos versiones: una con Get the Fuck Out y otra con Beggars’ Day substituyendo la primera. La hipócrita moralidad yankee, su basura religiosa y dobles raseros, toda la mierda que tan bien retrata David Lynch en el inicio de Blue Velvet. Nada nuevo bajo el Sol. Esa mierda, ese montón de mierda hizo que mucha gente tuviera un disco amputado. Sigamos.

El entierro de Santa Lucía

En cuanto a la portada del álbum: se trata de una reinterpretación de El entierro de Santa Lucía de Caravaggio realizada por el padre de Sebastian Bach, David Bierk. La intención de esta portada era retratar cómo las incipientes nuevas tecnologías querían liquidar el rock como forma de expresión musical y cultural. En la portada, un tipo particularmente parecido al frontman de la banda, substituye a la malograda santa y es el blanco de todos aquellos elementos sociales dispuestos enterrar al Rock.

La producción deslumbrante del disco da la estocada final a Slave to the Grind, el trabajo de Michael Wagner da mucha presencia. Si ya contamos con grandes músicos, un frontman que es el perfecto arquetipo de lo que se espera de un rock star (y no, no hablo de sus pensamientos, de su persona, solamente de su personalidad encima del escenario), unas canciones paridas en la cima de la inspiración. La combinación entre los temas duros, agresivos, la voz estratosférica de Sebastian Bach y unas power ballads para caer de culo y no levantarte jamás, huyendo de “noñerías” y cursiladas, cuajan en un disco que debería tener todo el mundo en su discoteca. Punto.

Skid Row – Monkey Business

Desde ese arpegio acústico de Monkey Business (que se gravó en una hora y media…), pasando por la atronadora Slave to the Grind hasta llegar a la primera power ballad, Quicksand Jesus, cuatro temas que conforman un inicio abrasador. Pero como ya comentamos el disco no pierde fuelle: Psycho Love es un clásico instantáneo, con un puente muy a lo Pantera en su celebérrimo Cemetery Gates y una línea de bajo demoledora.

Skid Row – Quiksand Jesus

Porque si no tenías suficiente carga encima Get the Fuck Out acaba de arrollarte como una manda de búfalos salvajes, un tema imprescindible. Que si, Beggars’ Day no está mal, pero era una cara B, este es el tema. Repleto de gloriosa e irreverente actitud, savia joven, rabiosa, adrenalítica. Pero, no, no te sientes aún: Livin’ on a Chain Gang. Otra irrefrenable muestra de cómo se las gastaban el quinteto de New Jersey.

El final del álbum contiene dos bestialidades como In a Darkned Room y cierra con Wasted Time. ¿Qué decir de estas animaladas?

Skid Row – In a Darkened Room

Wasted Time, narra la historia sobre las adicciones del íntimo amigo y ex gunner Steve Adler. Un grito desgarrador llamando a su amigo que estaba cayendo en el negro pozo de la heroína. El último gran éxito de la banda es también el cierre a de este portento, un disco imprescindible, un clásico en todos los sentidos. Su magnífica producción lo hacen imperecedero.

Skid Row – Wasted Time

Gracias a un amigo, el mayor fan de los Skids que conocí, entré de lleno en su música, con Skid Row, Slave to the Grind y con ese pirata absolutamente demencial: Live at the Budokan. Cuando el metal reinaba, Skid Row eran imbatibles.

Skid Row lo tenían todo para ser aún mayores de lo que fueron. Pero esos dos primeros discos, esos discos, están en el Olimpo del Metal. De la música.

Marcel Palagós