El paso de Who You Selling For a Death by Rock and Roll era una prueba complicada. Y eso que, después de una década del debut del grupo de la que podría haber sido Hannah Montana, ya se habían ganado a pulso un hueco exento de prejuicios en el mundillo.

Sara J. Trigueros

No era nada fácil. Desde la salida en 2016 de Who You Selling For la situación personal de Taylor Momsen y Ben Philips, responsables de la composición, sufrió un viraje considerable. Una sucesión de golpes que tendría que poner necesariamente a prueba la aptitud rehabilitadora de la música. Death by Rock and Roll, cinco años después del anterior trabajo de The Pretty Reckless plantea, pues, desde la pérdida de (primero) un colega y amigo y (después) del productor de la banda, la capacidad del rock para transformar la angustia en algo con significado.

Ahora, si bien el contexto era (es) profundamente hostil, el tiempo ha jugado a favor de los americanos. La experiencia incuestionable de tocar fondo y el esfuerzo por resurgir ha permitido que el fruto de ese viaje interior sea un disco con complejos matices en el que se nos permite asomarnos a diferentes estados de ánimo. Durante 50 minutos se pasa por la rabia, la apatía, el dolor, la intimidad, la resistencia, la culpa o la fragilidad sin grandes rupturas. Es decir, primando la integridad del conjunto. Quizá porque ese todo es su, hasta la fecha, álbum más personal y tenía un objetivo muy claro.

La primera parte del disco funciona prácticamente como la entrada a una autopista en la que asentar lo que he planteado hasta aquí. Los tres primeros temas son los más agresivos del álbum, con diferencia. Desde el rock en estado puro de «Death by Rock and Roll» a la pesadez de «Only Love Can Save Me» (con la colaboración de Kim Thayil y Matt Cameron aportando esa resonancia a Soundgarden que nos acerca al grunge) o el riff cargado de rabia de «And So It Went».

The Pretty Reckless- And So It Went

Es este, por cierto, uno de los cortes en los que hay que detenerse por fuerza. Ya no es que el sonido de Rage Against the Machine se ensamble a la perfección con el del resto del disco, o que las diferentes secciones le den una variedad que lo convierte en el single por excelencia. Quizá la mayor virtud, o al menos la más reveladora para mí, es la capacidad para ir acumulando tensión a través de la alternancia entre calma y agresividad hasta desembocar en los coros como punto culminante que nos va conduciendo hasta el abrupto final.

Volveremos a encontrar en los últimos temas del disco algo de esa fuerza de su comienzo, pero transformada y nunca tan desgarradora. Tras sucesivas escuchas la impresión general es que dominan los medios tiempos, un terreno en el que la banda también consigue sobresalir con destreza, como en la pesada «My Bones» o en «25», que cuenta demás con un elegante y seductor vídeo y en la que destaca el polifacético Ben Philips en el segundo tercio del tema. De este —y del que da título al disco— circula una versión acústica que sirve para reafirmar que The Pretty Reckless en este álbum son mucho más que actitud: es una pasada escuchar el potencial de voz que tiene Taylor Momsen. Estéticamente no impresionan demasiado pero el impacto emocional compensa con creces esa carencia.

The Pretty Reckless desenchufados

También en el terreno del medio tiempo se mueven «Witches Burn» o «Turning Gold», esta última con un espíritu muy ochentero donde empieza a percibirse cierto cambio en el color de la música que precede a los dos temas con los que se cierra el disco: «Rock and Roll Heaven» y «Harley Darling». La primera es un homenaje a las estrellas del rock que nos han ido dejando atrás ese legado que para muchos es la única luz en los momentos más jodidos de la vida. «Harley Darling», sin abandonar el carácter solemne, hace lo mismo con Kato Khandwala, que fallecía en 2018 a consecuencia de un accidente de moto. El sonido aquí es mucho más clásico y, aunque la conclusión es bastante melancólica, nos deja con muchísima calma.

He obviado hasta este momento hablar del que me parece el punto culminante del disco, «Standing at the Wall», en parte para poder reservarlo para el final y en parte porque transmite tanto que es muy difícil expresarlo mejor que dejándose llevar por él. Con una absoluta sencillez (doce versos contando el estribillo) describe ese momento por el que siempre se pasa alguna vez en el que la vida se convierte en un muro infranqueable. Así, Death by Rock and Roll se termina convirtiendo en una metáfora del poder salvador de la música. Sin llegar a las cimas alcanzadas por los maestros de convertir el dolor en belleza (cuyo ejemplo más representativo ahora mismo sería, para mí, el Ghosteen de Nick Cave), pero prueba de la capacidad de convertir dos experiencias devastadoras en un álbum magnífico.

Sara J. Trigueros

Temas:

Death by Rock and Roll
Only Love Can Save Me Now
And So It Went
25
My Bones
Got So High
Broomsticks
Witches Burn
Standing at the Wall
Turning Gold
Rock and Roll Heaven
Harley Darling